Tribuna:LA TELEVISIÓN AUTONÓMICA

Telemadrid: la confusión entre valor y precio

A nadie se le escapa que en esta sociedad mediática, tan partidaria de simplificar conceptos, la televisión se ha convertido en el más poderoso instrumento de persuasión inventado hasta ahora. Políticos, sindicalistas, comunicólogos, periodistas, médicos, artistas, agentes sociales, etcétera, todos luchan por llegar a entenderse con el medio de comunicación de masas por excelencia... la televisión."Todo necio confunde valor y precio...", coplillas de Juan de Mairena, del maestro don Antonio Machado, que en otro 98, el del fin del milenio, admonizan otro desastre, el del 98 audiovisual. Cuando ...

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A nadie se le escapa que en esta sociedad mediática, tan partidaria de simplificar conceptos, la televisión se ha convertido en el más poderoso instrumento de persuasión inventado hasta ahora. Políticos, sindicalistas, comunicólogos, periodistas, médicos, artistas, agentes sociales, etcétera, todos luchan por llegar a entenderse con el medio de comunicación de masas por excelencia... la televisión."Todo necio confunde valor y precio...", coplillas de Juan de Mairena, del maestro don Antonio Machado, que en otro 98, el del fin del milenio, admonizan otro desastre, el del 98 audiovisual. Cuando en Europa, a mediados de los sesenta, la televisión pública comienza a entrar en crisis, en nuestro país aún jugábamos con el léxico para sortear la censura en las redacciones de los periódicos, conectábamos con El Parte de Radio Nacional a las dos y eso de la televisión se dibujaba como un magnífico lugar para desarrollar "teorías de circo" que distrajeran a las masas. Ocupados en "la mayor", derribar a la dictadura, difícilmente se podía crear un corpus doctrinal (a la imagen y semejanza de lo que pasaba en nuestro añorado entorno europeo) acerca de la televisión pública y privada y, en definitiva, sobre la labor de servicio público de la televisión.

Años más tarde, con la transición y con la vida en bandolera, la voracidad por consumir se apoderó de todos nosotros y casi sin darnos cuenta entraron a saco los noventa, con los primeros y tímidos apuntes de pluralidad de las televisiones autonómicas. Ahora bien, al salir éstas como alternativa de la televisión estatal olvidaron también que poseían el calificativo de públicas y que competencia no significaba pervertir su función. Así pues, nacieron con un importante vicio de entrada... su único papel era ocupar el espacio que en buena lid correspondía a las televisiones comerciales que tardaron un poco más de tiempo en ver la luz. Desgraciadamente, la televisión estatal también se dejó llevar por esa inercia.

Con el comienzo de la década de los noventa comenzaron las emisiones de las televisiones autonómicas, tras la aprobación de la Ley de Terceros Canales, y muchas de las promesas de austeridad en la gestión, de objetividad, veracidad e imparcialidad en las informaciones, prometidas por algunos portavoces del Partido Popular desde los Parlamentos autonómicos (sentados entonces en los respectivos bancos de la oposición, naturalmente), se han ido a pique. En contra de lo que sucede en otros países desarrollados, donde después de etapas críticas acaecidas, el concepto de servicio público se asienta cada vez más y se aprovecha la potencialidad del medio para contribuir al desarrollo cultural y educativo del país, las rejillas de programación de las televisiones autonómicas en España se han convertido en caldo de cultivo de la "telebasura" o "teleporquería", como lo definiría Carlos Sentís, "... es una lástima malgastar el término basura, que indica residuos domésticos más que toda otra suciedad".

Así, se ha construido un amplio tejido social de productores de telebasuras en todo el Estado español, con un preocupante grado de penetración en el mercado audiovisual a través de las televisiones autonómicas -aunque siempre hay honrosas excepciones-. Vayan algunos botones de muestra de cómo Telemadrid se ha convertido, parafraseando al autor, en el rompeolas de ese microcosmos de residuos.

Esta cadena autonómica, en un alarde de imaginación, ha optado por la sublimación del "busto televisivo" y nos castiga de lunes a jueves con un "educativo" programa, Sola en la ciudad, una mezcla entre el consultorio erótico de Xaviera Holander y el de Elena Francis. La presentadora, a través de métodos de psicología cuartelera, va dando rienda a anónimas llamadas que nos cuentan casos de suicidio, infidelidades de la pareja, o personas que denuncian a alguien, sin siquiera confirmar si la citada denuncia tiene alguna verosimilitud, o simplemente piropeadores anónimos al busto parlante... pues este esperpéntico programa que el anterior ex director general Ruiz de Gauna, no duda en definir "como vehículo para combatir la soledad y lograr una mayor comunicación interpersonal", ha recibido el calificativo de servicio público.

Del Sur (Canal) importamos, en sintonía con ese masoquismo que se le atribuye al pueblo andaluz, Números rojos. Programa concurso pseudo-cultural que se resume en: "Venga usted a la tele, desnude sus miserias, cuéntenos cómo se ha convertido en un perdedor social y, si tiene un poco de suerte, le daremos unas perrillas para que vaya tirando...".

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Y no les queremos contar nada del gran sentido del humor que existe en esta cadena autonómica, que ha trasmutado la inteligencia en el arte de reír -lograda por ejemplo con esa magnífica serie de Mr. Bean programada en otro tiempo- en un chabacano alarde del chiste popular contado por ellos mismos. Paradigma de la programación es ese Hola mamá soy yo, fórmula imitada de otras cadenas de televisión y que fue desechada incluso por sus bajos índices de audiencia.

Eso sin contar las cifras astronómicas que se manejan en Tómbola, importado de Canal Nou y emitido en prime-time o franjas horarias de máxima audiencia, repleto de zafiedad y mal gusto, para que las "hijas de mamá" aprendan y se hagan un hueco "en el medio". También podríamos mencionar el consolidadísimo Sucedió en Madrid, con decididas apuestas de casquería, vísceras y asesinatos, que se emite los viernes, y que constituye otro alarde por parte de los gestores de la cadena, de camuflar el suceso dentro del apartado de servicio público. Por tanto, la falta de estrategia para definir una programación de servicio público y la incorporación de programas tele-basura son hechos que empiezan a ser alarmantes. Nadie se ha preocupado por abordar con rigor y seriedad los contenidos de esta cadena autonómica -ni el Gobierno del Partido Popular en la Comunidad, encabezado por el señor Ruiz-Gallardón, ni el presidente del Consejo de Administración, José López, ni el director general, hasta ahora, Ruiz de Gauna-, es más, han hecho oídos sordos a las voces que reclaman una televisión de calidad, donde frente a intereses de Gobierno o de presiones económicas primen los intereses sociales, educativos y culturales de la población.

Los dictados de la audiencia y las reglas de la competencia con el resto de las cadenas convencionales de cobertura nacional, sea la pública o las privadas, son el único referente para programar un espacio u otro en esta cadena pública autonómica. Sistemáticamente se utilizan los conceptos de "educativo", "cultural", como cajón de sastre en el que incluir informaciones o "programas de baja calidad" sin destinatarios definidos y, para más inri, se han venido manejando como si fueran de servicio público formatos propios de una cadena privada convencional. En definitiva, se programa con criterios excesivamente generales, en vez de atender a la multiplicidad de audiencias, que conforman nuestra comunidad, para que todos los sectores más significativos puedan verse reflejados. Así, el modelo pluralista que defiende la televisión pública difiere enormemente del modelo de oferta televisiva que, hoy por hoy, nos ofrece Telemadrid auspiciado por el sistema de financiación publicitaria.

Entendemos que Telemadrid, por la importancia de su cobertura y su carácter de pública, debe compensar con la producción de programas específicos las carencias existentes en las rejillas de programación de otras cadenas convencionales (en vez de competir con éstas) especialmente en lo referente a la población infantil y juvenil, la tercera edad, la mujer, minorías marginadas, etcétera, incorporando la participación de los mejores autores, creadores y productores, para dar una oportunidad real a los jóvenes de la Comunidad. En conjunto, y según definición del profesor de la Universidad Complutense Agustín García Matilla, "la programación de servicio público debe tomar en consideración demandas de audiencia, enriquecerse con la experiencia de los productores, ser evaluada permanentemente y promover el aprovechamiento social, educativo y cultural de la misma".

Sugerimos como un ejercicio sano para realizar por parte de los dirigentes del PP en Madrid con responsabilidades en esta materia, y por los gestores de Telemadrid, el estudio de los canales de televisión pública europea que presentan una tradicional vocación cultural, y que por otra parte son la mayoría. Esta vocación se concreta en la reflexión de Alasdair Milness (director general de la BBC durante la década de los ochenta). Para él "la televisión pública debe hacer que lo popular sea valioso y que lo valioso se haga popular". Pero nosotros, erre que erre, seguimos confundiendo valor y precio.

Adolfo Piñedo y Alicia Acebes son miembros del Consejo de Administración del ente público RTVM por el PSOE.

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