Tribuna

Méritos y errores

Inmerecido desenlace. Los números son determinantes e incontestables. Se opina y analiza sobre las producciones y los merecimientos que éstas generan. Cerrado el partido de ayer, queda claro que Bulgaria mereció su posición en el grupo y España, no.La mejor versión. Los 25 minutos iniciales fueron la mejor producción de España durante el Mundial. Fue cuando jugó su propio partido y desatendió el de Paraguay. Y desplegó un fútbol variado, dinámico y flexible, lleno de desmarques combinados. Luis Enrique y Exteberria, cambiando de banda y de altura dentro de ella; Alfonso y Morientes,...

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Inmerecido desenlace. Los números son determinantes e incontestables. Se opina y analiza sobre las producciones y los merecimientos que éstas generan. Cerrado el partido de ayer, queda claro que Bulgaria mereció su posición en el grupo y España, no.La mejor versión. Los 25 minutos iniciales fueron la mejor producción de España durante el Mundial. Fue cuando jugó su propio partido y desatendió el de Paraguay. Y desplegó un fútbol variado, dinámico y flexible, lleno de desmarques combinados. Luis Enrique y Exteberria, cambiando de banda y de altura dentro de ella; Alfonso y Morientes, viajando del centro a las puntas o al revés; Amor y Hierro, comprometidos con la evolución del ataque, más un Aguilera incisivo y un Sergi criterioso.

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Adiós a la vieja guardia. Bulgaria cerró una de sus etapas futbolísticas más gloriosas. Nuevas generaciones asumirán futuros compromisos. No sería justo no reconocerle a este equipo algunas cualidades técnicas que siempre evidencian, pero es un conjunto desconcertado. Lo muestra la cantidad de futbolistas no marcados y de recepciones permitidas dentro del área propia y la libertad con que los atacantes rivales elegían el destinatario del último pase. Otro ejemplo: a pesar de que España jugaba dos partidos a la vez, desconectándose del que protagonizaba por espiar el otro, siguió fabricando ocasiones de gol apoyado en las distracciones búlgaras.

Mezcla mal llevada. El fútbol, un acto creativo, necesita un grado de relajación que permita que los gestos propios del juego sucedan con naturalidad. Paralelamente, como la victoria ya no es una opción sino una obligación, exige una tensión cercana al imperativo. La composición equilibrada de esas dos fuerzas, relajación y tensión, fue lo que le falló a España en el campeonato. Nadie gana antes de jugar, ni excesivamente crispado.

Mal manejo de los buenos y malos momentos. Para ganar hay que dominar el partido el mayor tiempo posible (trámite del juego), traducir eso en situaciones de gol (criterio ofensivo) y ser efectivo (contundencia). Cuando existe gran desigualdad entre los rivales, el ciclo lo desarrolla un solo equipo. Pero en un fútbol tan parejo como el de hoy, lo que termina marcando la diferencia es el aprovechamiento que cada equipo hace de sus momentos fértiles. Gana el que aprovecha y pierde el que dilapida. Ahí estuvo un problema de España. Tampoco supo convertir sus momentos malos en momentos neutros. El gran equipo, cuando no juega bien, logra al menos que el rival no lo supere. España no lo consiguió. Por ejemplo, frente a Nigeria.

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