Tribuna:

Espectáculo

LUIS G. MONTERO Esperado, triste y significativo fue el espectáculo de la derecha española en el debate sobre el estado de la Nación, convirtiendo el Parlamento en un circo con número fuerte de payasos. Gritos, chanzas, interrupciones, algarabía, ganas de ridiculizar sonoramente la intervención de José Borrell y de recordarnos a todos que hace muy pocos años este país, como sentenció el verso de Jaime Gil de Biedma, era "un intratable pueblo de cabreros". El portavoz del PP le había avisado al futuro candidato socialista de que el Parlamento no es Hollywood, centro mundial del espectáculo cin...

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LUIS G. MONTERO Esperado, triste y significativo fue el espectáculo de la derecha española en el debate sobre el estado de la Nación, convirtiendo el Parlamento en un circo con número fuerte de payasos. Gritos, chanzas, interrupciones, algarabía, ganas de ridiculizar sonoramente la intervención de José Borrell y de recordarnos a todos que hace muy pocos años este país, como sentenció el verso de Jaime Gil de Biedma, era "un intratable pueblo de cabreros". El portavoz del PP le había avisado al futuro candidato socialista de que el Parlamento no es Hollywood, centro mundial del espectáculo cinematográfico, y yo lo entendí como una simple falta de cultura política, porque si algo queda claro en el pensamiento moderno es que teatro y política nacieron de la mano para ocupar el escenario público. Desde que Maquiavelo definió al Estado como una obra de arte, los parlamentos estaban condenados a parecerse a los grandes teatros, y ahora, por evolución histórica, a Hollywood. Pero más que ignorancia, el portavoz del PP mostraba conocimiento de causa, porque el Parlamento no fue en el último debate ni un teatro, ni un plató cinematográfico, sino un circo. Hubo quien fue a hablar, pero no a ser oído. El espectáculo resultó triste, y espero que significativo. Tal vez Borrell sacó la conclusión de que debe adquirir más experiencia parlamentaria, aprender a hablar serenamente entre carantoñas y pedorretas, pero es posible también que se haya dado cuenta de que, hoy por hoy, sus palabras necesitan dirigirse a otro auditorio, no a las distinguidas orejas de sus señorías, sino a las esperanzas de la gente que vive en la calle, piensa en su casa y desea un futuro más respetable. Crear una nueva alternativa de izquierdas, como le propuso Julio Anguita, no parece asunto parlamentario. Podemos dejar a los diputados del PP que sigan, por ahora, con su ruidoso espíritu circense. Manuel Chaves se ha apresurado a declarar que el diálogo entre el PSOE e IU resulta difícil en Andalucía, por culpa de la famosa pinza, los pactos contra natura de la formación izquierdista con la derecha. Soy de los que creen que "la pinza" ha sido un concepto más circense y parlamentario que político. Es verdad que algunos personajes de la izquierda, animados por el rencor y la indignación ante las actuaciones del PSOE, acabaron perdiendo los papeles y hermanándose con una gente extraña. Me sorprenden, por ejemplo, las alabanzas que ciertos intelectuales y políticos han dedicado a la figura del periodista Antonio Herrero. La muerte, aunque siempre es dolorosa y respetable, no transforma a un portavoz de la Conferencia Episcopal en un maestro de la libertad. Pero si hablamos de verdadera política parece difícil negar que el PSOE ha votado junto al PP muchas más veces que IU en leyes de verdadera importancia ideológica. ¿Y el pacto con la derecha catalana? ¿Fue realmente IU la culpable de que no haya alcaldes progresistas en Córdoba y en Málaga? Si nuestros políticos se dejan de juegos circenses, y bajan de verdad a la calle, IU deberá admitir que su intervención real en la sociedad pasa por un diálogo con el PSOE. Pero el PSOE deberá admitir que IU no puede apoyar ciertas cosas.

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