Tribuna

Raúl elige el peor camino

Ante la ausencia de un entrenador capaz de trazar un plan de juego para su equipo, el Madrid es una suma de voluntades individuales, con todo lo que eso significa de aleatorio. Resulta imposible definir el estilo del Madrid, su trazo, el objetivo de su juego, eso que se llama identidad. Cada jugador se arregla la vida como puede, sin ningún sentido de lo colectivo. En el Camp Nou nadie acertó a entender que la pelota debía desembocar en los costados, donde Savio y Karembeu provocaron varios daños en los primeros minutos. Nadie cerró filas en los tres cuartos del Barcelona, donde cualquier azul...

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Ante la ausencia de un entrenador capaz de trazar un plan de juego para su equipo, el Madrid es una suma de voluntades individuales, con todo lo que eso significa de aleatorio. Resulta imposible definir el estilo del Madrid, su trazo, el objetivo de su juego, eso que se llama identidad. Cada jugador se arregla la vida como puede, sin ningún sentido de lo colectivo. En el Camp Nou nadie acertó a entender que la pelota debía desembocar en los costados, donde Savio y Karembeu provocaron varios daños en los primeros minutos. Nadie cerró filas en los tres cuartos del Barcelona, donde cualquier azulgrana recibía la pelota con espacio y tiempo para pensar. Nadie -y en eso Redondo se elevó en su mediocridad por encima de los demás- utilizó con criterio el balón. Nadie ejerció de líder de un equipo difuso, sin carácter, sometido al ejercicio de vanidad y desinterés de unos cuantos (y en eso Raúl y Panucci se llevaron la palma).La contribución de Raúl al Madrid ha sido admirable en las tres últimas temporadas, pero su crédito no es infinito. Raúl emite señales muy preocupantes en los últimos tiempos, no tanto por su mal juego, sino por ciertas actitudes inadmisibles en cualquier futbolista. Su desafiante chulería frente a Heynckes en el momento de su sustitución en Leverkusen tuvo el punto añadido del ventajismo: sabía que su entrenador está noqueado y solo, desacreditado ante el equipo y la directiva. Pero la insumisión de Raúl tendría un pase si se hubiera redimido con una actuación convincente en el Camp Nou, con la respuesta que procura el orgullo herido.

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La extrema indolencia de Raúl frente al Barcelona le inhabilita para cualquier justificación. Simplemente no jugó. Se borró. Tocó tres veces el balón para otras tantas descargas intrascendentes y luego miró cómo pasaba el partido frente a él. Para rematar el despropósito, volvió a poner gesto de fastidio en su sustitución, la más merecida del día.

Raúl ha entrado en una fase crucial de su carrera: si persiste en su vocación de prima donna, con todos los derechos y ninguna obligación, tirará muy pronto su carrera en el Madrid. Porque si algo ha conducido a Raúl a la cima es la fiebre y la ambición. Sin ese plus, es uno más entre los cientos de jugadores que pululan por la Primera División.

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