Transporte público

Soy una joven de 22 años, estudiante universitaria. Utilizo el transporte público todos los días, pero hoy llegaba tarde a la consulta del médico y decidí coger un taxi. El taxista decidió ir por la M-30, y allí, un cuarto de hora de atasco. Miré el taxímetro y señalaba 1.050 pesetas. Le expliqué que sólo llevaba 1.000, pues no había contado con que pudieran ser más de ochocientas. No lo dudó en ningún momento: arremetió violentamente contra mí y me obligó a que le diera lo que tenía (las mil pesetas), ya que él "no tenía tiempo que perder". Me bajé en medio de la autopista y subí hasta...

Soy una joven de 22 años, estudiante universitaria. Utilizo el transporte público todos los días, pero hoy llegaba tarde a la consulta del médico y decidí coger un taxi. El taxista decidió ir por la M-30, y allí, un cuarto de hora de atasco. Miré el taxímetro y señalaba 1.050 pesetas. Le expliqué que sólo llevaba 1.000, pues no había contado con que pudieran ser más de ochocientas. No lo dudó en ningún momento: arremetió violentamente contra mí y me obligó a que le diera lo que tenía (las mil pesetas), ya que él "no tenía tiempo que perder". Me bajé en medio de la autopista y subí hasta el puente; al cabo de 10 minutos andando, llegué al metro.Cuando la enfermera me abrió la puerta había pasado media hora de la cita señalada y, claro, no me han podido atender. Tendré que volver otro día y, por supuesto, no lo haré en taxi; ya he perdido suficiente dinero y sobre todo suficiente energía como para volver a enfrentarme a una experiencia tan desagradable en estos maravillosos años de finales del siglo XX. ¿Qué es lo que pasa? ¿Es el ser humano tan desagradable como parece? Creo que no, pero basta ya de tanta agresividad. La fama que tienen los taxistas se la han ganado a pulso por culpa de aquellos que hacen de su trabajo un ámbito para su descarga personal.-