GENTE

EL PÓQUER DE LA ÓPERA

Luciano Pavarotti perdió prácticamente hasta la camisa jugando al póquer en un entreacto en el Metropolitan Opera House de Nueva York. La fuente es el serio periódico financiero The Wall Street Journal, que revela que también en el templo lírico neoyorquino se montan unas timbas de padre y muy señor mío entre un acto y otro de las óperas. Scott Brubaker, tocador de cuerno en la orquesta del Lincoln Center, que se considera un especialista en estas manos rápidas, asegura que el Metropolitan no escapa a la tradición del Carnegie Hall, el New York City Ballet o los teatros de Broadway....

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Luciano Pavarotti perdió prácticamente hasta la camisa jugando al póquer en un entreacto en el Metropolitan Opera House de Nueva York. La fuente es el serio periódico financiero The Wall Street Journal, que revela que también en el templo lírico neoyorquino se montan unas timbas de padre y muy señor mío entre un acto y otro de las óperas. Scott Brubaker, tocador de cuerno en la orquesta del Lincoln Center, que se considera un especialista en estas manos rápidas, asegura que el Metropolitan no escapa a la tradición del Carnegie Hall, el New York City Ballet o los teatros de Broadway. Es más, de creer a un historiador que ha investigado tan enjundioso asunto, en el Metropolitan se juega desde 1884, en que la compañía estuvo dándole incansablemente al naipe durante su primera gira en tren por Norteamerica. Las manos entre bastidores duran como máximo un minuto, se echan de pie y se juega dinero contante, ya que no hay tiempo para el cambio de fichas. Las apuestas, tras el reparto de cartas por el crupier, oscilan entre 10 y 100 dólares, por lo que un entreacto puede deparar al vencedor como máximo esta última cantidad. Actores, músicos y algunos espectadores que están en el ájo tienen ya su hit parade de óperas favoritas, entre ellas La bohéme y Carmen, por sus larguísimas pausas. El primer premio se lo llevan por unanimidad las escenografias de Franco Zeffirellí, cuyos complicados decorados exigen entreactos casi infinitos. Es entonces cuando, tras el telón, vuela la baraja entre los tahúres de esmoquin-

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