FÚTBOL DECIMONOVENA JORNADA DE LIGA

El Atlético sigue alborotado

El Racing metió en muchos problemas al equipo rojiblanco y rozó el empate

En un partido que fue de la mediocridad a la verbena, el Atlético volvió a confirmar que está en un periodo inestable. Le falta empaque y juicio. Juega de forma demasiado impulsiva, sin el rigor que caracteriza a los equipos con pretensiones. Se impuso al Racing a golpe de cometa, en medio de un fútbol de ventoleras.De aquel equipo que prometía tanto, apenas queda nada en estos días. El Atlético se ha metido en una dinámica de confusión dentro y fuera del campo. Hay un sentimiento victimista, de club agraviado, que genera demasiada tensión alrededor del equipo, cuyo juego reprodu...

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En un partido que fue de la mediocridad a la verbena, el Atlético volvió a confirmar que está en un periodo inestable. Le falta empaque y juicio. Juega de forma demasiado impulsiva, sin el rigor que caracteriza a los equipos con pretensiones. Se impuso al Racing a golpe de cometa, en medio de un fútbol de ventoleras.De aquel equipo que prometía tanto, apenas queda nada en estos días. El Atlético se ha metido en una dinámica de confusión dentro y fuera del campo. Hay un sentimiento victimista, de club agraviado, que genera demasiada tensión alrededor del equipo, cuyo juego reproduce la situación exterior. La tendencia caótica del fútbol del Atlético es visible desde hace mucho tiempo. Aunque hubo mucha publicidad sobre el carácter imparable de su fútbol a principios de temporada, lo cierto es que el Atlético juega mal, sin criterio, entre arreones, pendiente de los destellos de sus mejores jugadores. Así se impuso al Racing.

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Lo único potable para el Atlético fue el resultado, que no tuvo mucha relación con los méritos de cada cual. Es decir, la victoria se produjo principalmente por la parte azarosa que tiene el fútbol. El Racing no hizo nada especial, pero funcionó con más armonía antes del gol de Vieri, que marcó en el último minuto del primer tiempo. El tanto le vino de perillas al Atlético, que sólo había lanzado un remate contra Ceballos.

Como cabía esperar, el Racing fue un equipo aguerrido,- con muchos jugadores defensivos y laboriosos encantados de meterse en el cuerpo a cuerpo. A ese cuadro se añadía Correa, otra especie de futbolista. Correa salió del Atlético sin recibir demasiadas oportunidades. Resultaba difícil calibrar sus condiciones en sus breves apariciones. Llegó en la célebre temporada del doblete y pasó desapercibido. En el Racing se ha definido como jugador: es un delantero habilidoso, bastante rápido, con menos gol de lo necesario para ser ariete, pero con el suficiente como para actuar como segundo delantero. En el Manzanares fue la única punta del Racing. Interpretó su papel con tanta propiedad que realizó un monólogo: las cuatro llegadas limpias del Racing en la primera parte fueron producidas por Correa, y todas tuvieron sentido. Cerró la primera con un tiro al palo, la segunda con un recorte y un remate que sacó Molina, la tercera fue una volea estupenda y la cuarta con otro tiro que detuvo el portero del Atlético. En un momento, la actuación de Correa produjo una sensación de perplejidad: un jugador sitiaba a todo un equipo.

Mientras tanto, el Atlético actuaba sin ningún criterio. Todos salían corriendo con la pelota, y Juninho más que nadie. Juninho tiene un exceso de dinamismo, mal traducido en muchas ocasiones. Su tendecia a trasladar la pelota es preocupante. Siempre va recto, fiado de su facilidad para el regate, sin interés por buscar la pausa y con poco hábito para entrar por los costados. Esto le vuelve más predecible de lo que sugieren sus condiciones, muchas de ellas magníficas.

Juninho y su anarquía definieron por extensión el juego del Atlético, que cayó preso de la confusión. Bejbl actuaba sin rigor como medio centro, Lardín no tenía ninguna influencia en la banda izquierda Caminero se sentía incómodo en la derecha y Kiko apenas participaba del partido. La situación del Atlético llegó a ser incomodísima, pero llegó el tanto de Vieri y el panorama se aclaró de repente.

La segunda parte tuvo un corte más festivo, aunque el descontrol fue manifiesto. Los dos equipos se descosieron. Resultó sorprendente la quiebra del Atlético tras el segundo gol, que llegó en una jugada espléndida. Aguilera ingresó en el medio campo, pasó a Vieri, que cedió a Kiko, colocado en la izquierda. Kiko interpretó perfectamente la diagonal de Aguilera y cambió el sentido de la jugada. Aguilera llegó como un tiro al área, recibió el pase de Kiko y marcó frente a Ceballos.

Desde ese momento, el partido se volvió caótico. Por cada oportunidad del Racíng, y hubo varias, se producían dos del Atlético. Entre la imprecisión de los delanteros, la buena actuación de los porteros -Molina volvió a demostrar su jerarquía- y la nota colorista del árbitro -anuló un tanto perfectamente legal de Caminero-, resultó extraño que sólo se añadiera un gol. Lo marcó Diego López y generó la angustia entre los jugadores y la hinchada.

Si el Atlético se descosió, fue en gran parte porque Antic dio como segura la victoria tras el 2-0. Para preservar a Juninho y Andrei de una amonestación que les habría impedido jugar contra el Madrid, les sacó del campo. La decisión provocó una fractura evidente, especialmente en la defensa.

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