Tribuna:

Anguita, el idóneo

Concluye la Asamblea Federal de Izquierda Unida con el triunfo cantado de su coordinador general, Julio Anguita, señor de la otra orilla. Tal vez los versos de Espronceda tuvieran razón y sea verdad, ángel de amor, que en esta apartada orilla más pura la luna brilla y se respira mejor. Pero, aparte de esas satisfacciones contemplativas y fisiológicas proporcionadas por la pureza del brillo lunático y de la mejor respiración pulmonar, cualquiera diría que los últimos meses han visto sucederse en la Coalición una alternancia inclemente de escisiones y depuraciones con efectos de merma numérica, ...

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Concluye la Asamblea Federal de Izquierda Unida con el triunfo cantado de su coordinador general, Julio Anguita, señor de la otra orilla. Tal vez los versos de Espronceda tuvieran razón y sea verdad, ángel de amor, que en esta apartada orilla más pura la luna brilla y se respira mejor. Pero, aparte de esas satisfacciones contemplativas y fisiológicas proporcionadas por la pureza del brillo lunático y de la mejor respiración pulmonar, cualquiera diría que los últimos meses han visto sucederse en la Coalición una alternancia inclemente de escisiones y depuraciones con efectos de merma numérica, disminución del grupo parlamentario por pase al grupo mixto de algunos diputados, retroceso electoral en Galicia, depreciación en las encuestas de opinión y desprendimiento de figuras públicas estimables.Todas estas inclemencias climáticas han tenido, sin embargo, la compensación de las calurosas acogidas brindadas por José María Aznar en La Moncloa a Anguita, líder de una oposición tan orillada de la realidad como idónea para el Gobierno del PP, que tiene puestas en ella todas sus complacencias. Anguita ha sido siempre refractario al elogio fácil. Sabe que los medios le distinguen con sus mordacidades, pero le basta con la incondicionalidad del diario El Mundo, con las simpatías manifiestas de la cadena episcopal y con los apoyos de TVE y de RNE y ahora también de Antena 3 TV. Impasible el ademán a todas estas adversidades, Anguita sigue aferrado a sus clarividencias inconmovibles. Anguita deja acreditado que cuando se tiene la verdad, la misma verdad que proclamaron los profetas del marxismo, nada hay que temer.

Frente a tanto vuelo rasante, de ave de corral, gallináceo, el coordinador general siempre optó por la mirada clara y lejos y la frente levantada, siempre ha querido volar como las águilas fuera del chapoteo y del penoso espectáculo de los comederos de patos. Por eso, sin desfallecer, tras esta última Asamblea Federal, ha podido gritarles, satisfecho, a sus fieles Rosa Aguilar y el incombustible Francisco Frutos aquello de ¡al fin solos!, o casi solos, porque hay todavía un grupo que se resiste a la voz única ahora instaurada y que se prefigura ya como candidato a la próxima depuración. Pero Anguita sabe que todo lo que no se depura se emputece y tiene advertidos a los suyos de que si quieren ser más se esfuercen en ser mejores. Frente a tantos derrotistas, Anguita sabe que, por este áspero camino, el sorpasso puede estar cerca.

Explica François Furet en el prefacio de su libro Le passé d'une illusion. Essai sur l'idée communiste au XX siécle que el comunismo tuvo la ambición de ser conforme al desarrollo necesario de la Razón histórica y de ahí que la instauración de la dictadura del proletariado haya estado revestida de un pretendido carácter científico: ilusión de naturaleza muy distinta de aquella que puede nacer de un cálculo de fines y medios y aún de la sencilla creencia en la justicia de una causa, ya que ofrece al hombre perdido en la historia, además del sentido de su vida, los bienes de la certidumbre. No se trata de un error de juicio que con ayuda de la experiencia se pueda reparar, evaluar, corregir, es más bien una inversión psicológica sólo comparable a la de una fe religiosa, aunque su objeto haya sido histórico. Concluye Furet que la ilusión más que acompañar a la historia comunista es constitutiva de la misma. Pero Anguita no es un iluminado, sabe que sigue pendiente la devolución de los bienes incautados a los partidos tras la guerra civil y ha tomado su turno en la fila con el resguardo del PCE.

El 3 de marzo de 1996, Jota Pedro, enroscado al árbol de la ciencia del bien y del mal, explicó a Aznar, en medio de la desolación de aquella noche triste del triunfo electoral, que, pese a la mínima diferencia de 300.000 votos que separaban al PP del PSOE, si se procedía a la destrucción del grupo PRISA, los efectos serían equivalentes a los obtenidos por la mayoría absoluta de Felipe González el 28 de octubre de 1982. En ese esquema de larga duración, el PP debía privilegiar a la IU de Anguita convirtiéndola en la oposición idónea por su incapacidad para alcanzar la alternancia. Así fue también elegido el impasible Manuel Fraga con su AP como objeto de todas las preferencias socialistas con resultado de 14 años de gobierno.

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