Tribuna:

Secundarios

La nueva película de Emilio Martínez-Lázaro, Carreteras secundarias, llega oportunamente, en momentos en que más de uno tratamos de reflexionar sobre los vanos triunfalismos que hemos tenido que padecer en los últimos años y también acerca de un futuro que se nos propone como una autopista exclusiva para vehículos rápidos, consumidores acelerados y exitosos manipuladores de dinero interactivo. Cada vez más gente reflexiona sobre un pasado y un futuro cada vez más mierdas.Así que Martínez-Lázaro se adentra por carreteras secundarias, acompañando a personajes secundarios, aunque no irrele...

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La nueva película de Emilio Martínez-Lázaro, Carreteras secundarias, llega oportunamente, en momentos en que más de uno tratamos de reflexionar sobre los vanos triunfalismos que hemos tenido que padecer en los últimos años y también acerca de un futuro que se nos propone como una autopista exclusiva para vehículos rápidos, consumidores acelerados y exitosos manipuladores de dinero interactivo. Cada vez más gente reflexiona sobre un pasado y un futuro cada vez más mierdas.Así que Martínez-Lázaro se adentra por carreteras secundarias, acompañando a personajes secundarios, aunque no irrelevantes. Es la historia de un hijo adolescente y escéptico y de un padre bocazas y perdedor (estupendo Fernando Ramallo y sencillamente grandioso Antonio Resines: respectivamente, como suele decirse, muy bien acompañados por Miriam Díaz Aroca y Maribel Verdú, Jesús Bonilla, Montse Carulla, Ramón Langa y todos los otros). Embarcados ambos en una aventura rodante que consiste, como es frecuente, en encontrar el amor que se profesan y sus razones para amarse. No es casual que la opción del hijo por su padre se produzca (sin que ellos lo sepan: sólo el espectador conoce la fecha en que Franco morirá, o murió) poco antes del parto de la España democrática que ha desembocado en esto de aquí (con la inevitable y postergada reflexión sobre la mierda pasada y por venir). En el respeto por los perdedores que muestran tanto Ignacio Martínez de Pisón (autor de la novela del mismo título, editada por Anagrama, así como del guión) como Emilio Martínez-Lázaro, encontramos toda una exposición de los únicos valores a tener en cuenta: el amor, la ternura y, sobre todo, el bienestar al que se renunció, la vida precaria a la que se abocaron quienes antepusieron ese amor a los putos intereses.

Sólo tengo que añadir que no se la pierdan.

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