Tribuna:FÚTBOLPELIGRO DE GOL - JULIO CÉSAR IGLESIAS

Milagro en Milán

Mientras la selección italiana firmaba un honroso armisticio con el general invierno en Moscú, Fabio Capello meditaba en Milán sobre el duro destino de los estrategas. Su caso era un ejemplo: siempre vigilados por el tesorero, siempre sujetos a decisiones extremas, siempre amenazados por la hipertensión y el insomnio, los entrenadores debían resignarse en último término a los golpes de fortuna.Aceptada la importancia de la suerte, él había creído encontrar la manera de burlarla. Con ese propósito se había esmerado en estudiar durante años las claves logísticas del fútbol moderno. Era important...

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Mientras la selección italiana firmaba un honroso armisticio con el general invierno en Moscú, Fabio Capello meditaba en Milán sobre el duro destino de los estrategas. Su caso era un ejemplo: siempre vigilados por el tesorero, siempre sujetos a decisiones extremas, siempre amenazados por la hipertensión y el insomnio, los entrenadores debían resignarse en último término a los golpes de fortuna.Aceptada la importancia de la suerte, él había creído encontrar la manera de burlarla. Con ese propósito se había esmerado en estudiar durante años las claves logísticas del fútbol moderno. Era importante disponer de un buen servicio de inteligencia, pero sobre todo había que cuidar las vías de suministro: en resumen, para conseguir la superioridad era imprescindible disponer de dinero. Como en las guerras del emperador Carlos, todo consistía en recorrer el mercado con la bolsa de monedas y alistar a la mayor cantidad posible de mercenarios sin escrúpulos. Por algún oscuro resentimiento con el fútbol de alta escuela, él siempre prefirió a los cazadores de recompensas, esos tipos habituados a la guerra de conquista, dispuestos a saquear el campo contrario.

-Con Kluivert y Weali, tengo la mejor delantera del mundo, pero aún necesito jugadores; jugadores de batalla, claro.

Por intercesión suya, Berlusconi volvió a desenfundar el monedero y consiguió contratarle a Ba, Cruz, Donadoni, Bogarde, Ziege y Leandro, hasta sumar catorce extranjeros. Sin duda, con este plantel tenía garantizado su ideal de juego duro, seco y cortante; una fórmula paradójica capaz de convertir a los jornaleros en artistas y a los artistas en jornaleros. En suma, el fútbol estepario.

En otros tiempos, a Fabio le salieron defensores cuando no los necesitaba. Ahora, cuando sí los necesita, cuando, acusado de malgastar la pólvora del rey, debe defender !u vida domingo a domingo, nos permitimos recomendarle que se deje aconsejar por Juanito, el excelente stopper canario que hoy es a la vez jugador y accionista del Extremadura. Porque, a primera vista, su única posibilidad es ocupar por sorpresa el Consejo de Administración.

O quizá deba compincharse con Gianni Rivera, Il Bambino d'oro, que hace años tomó el poder en el Milan pre Berlusconi. Recordemos el incidente: Gianni pretendía seguir en su equipo de toda la vida, pero sufría la persecución del antiguo presidente, así que compró y sindicó acciones hasta reunir la más importante cartera de la sociedad. Según la leyenda, acto seguido se dirigió a las dependencias del club, enfiló el pasillo que conducía al despacho presidencial, se saltó secretarios, validos y edecanes, y dio un empellón a la puerta del jefe.

-¿Qué formas son éstas de entrar aquí?, preguntó, estupefacta, una gorda figura que se recortaba sobre el ventanal.

-Son las formas justas para cumplir la misión que tengo. Sólo quiero decirle tres cosas. Primera, que he comprado el club; segunda, que está usted sentado en mi sillón, y tercera y última, que he dado instrucciones al personal de seguridad para que venga dentro de 10 minutos: naturalmente, tiene mi orden de sacarle a patadas de aquí, si para entonces no ha abandonado el despacho.

Reconocemos el riesgo de tal operación, dado el temperamento de Adriano Galliani el vigente director general, pero si don Fabio se animase, quizá pudiéramos hacer realidad un deseo repetidamente soñado. El de que, dos siglos después, el fútbol consumase su propia toma de la Bastilla.

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