Editorial:

Voto contra Serbia

SLODOBAN MILOSEVIC no puede estar contento con el resultado de las elecciones presidenciales en Montenegro, la pequeña república que forma con Serbia la disminuida federación que emergió tras la disolución de la Yugoslavia titoísta. Momir Bulatovic, su candidato y fiel delegado en Podgorica, la antigua Titogrado, ha sido derrotado con contundencia por Milo Djukanovic, un joven procedente de la Liga de los Comunistas que ha asumido el liderazgo de los reformistas y de quienes, desde Montenegro, se quieren distanciar lo más posible de Milosevic y su aún peor alternativa de poder, el fascista Voj...

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SLODOBAN MILOSEVIC no puede estar contento con el resultado de las elecciones presidenciales en Montenegro, la pequeña república que forma con Serbia la disminuida federación que emergió tras la disolución de la Yugoslavia titoísta. Momir Bulatovic, su candidato y fiel delegado en Podgorica, la antigua Titogrado, ha sido derrotado con contundencia por Milo Djukanovic, un joven procedente de la Liga de los Comunistas que ha asumido el liderazgo de los reformistas y de quienes, desde Montenegro, se quieren distanciar lo más posible de Milosevic y su aún peor alternativa de poder, el fascista Vojislav Seselj.Djukanovic ha hecho una campaña, basada, en la movilización contra Milosevic, a favor de reformas democráticas y de una mayor autonomía de Montenegro. La relación de esta minúscula república con Serbia ha sido ante todo de sumisión en los últimos tiempos. Montenegro tiene estrechos lazos históricos con Serbia. Siempre albergó dos tendencias, la partidaria de una estrecha unión con Serbia y la que defendía un Montenegro independiente.

Con Djukanovic han ganado estos últimos. Además, su victoria le crea dificultades a Milosevic en la Cámara territorial de Belgrado. Pero es de todo punto precipitada la conclusión de que está en juego la solidez de Milosevic. La oposición serbia, dividida y enfrentada entre sí, ha dejado de ser una amenaza para él. Y en Montenegro, Djukanovic tendrá que tener mucho cuidado. Porque un enfrentamiento directo con Milosevic equivaldría, con práctica certeza, a su suicidio político. El ejército, la policía y la mayor parte del aparato político y administrativo de ese pequeño territorio siguen firmemente controlados por el presidente yugoslavo. Y por esperanzador que resulte el hecho de que el último y más leal aliado de Serbia dé la espalda a Milosevic, éste sigue manteniendo intactos todos sus resortes de poder en Belgrado, una vez disuelto el frente de oposición. Djukanovic; tiene por ello un muy estrecho margen de actuación. Y la negativa de Bulatovic a reconocer su victoria en las urnas puede estrecharlo aún más.

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