FÚTBOL FASE PREVIA DE LA COPA DEL MUNDO

España alcanza el Mundial como equipo ganador

La selección de Clemente se clasifica para Francia 98 con goles de Kiko y Amor

Respondió la selección española a la exigencia de una victoria en Bratislava no sólo para certificar su clasificación para la Copa del Mundo 98 sino también para expresar su superioridad sobre un rival manifiestamente inferior. Hay partidos como el de ayer que, por encima de las circunstancias, se deben ganar. Ya no se trata sólo de evitar noches épicas de última hora, propias de equipos pequeños, sino de intimidar con el trabajo diario.Precisa el grupo de Clemente abandonar ese sello de rival difícil de batir para convertirse en un vencedor. Tiene España hoy un plantel envidiable tanto po...

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Respondió la selección española a la exigencia de una victoria en Bratislava no sólo para certificar su clasificación para la Copa del Mundo 98 sino también para expresar su superioridad sobre un rival manifiestamente inferior. Hay partidos como el de ayer que, por encima de las circunstancias, se deben ganar. Ya no se trata sólo de evitar noches épicas de última hora, propias de equipos pequeños, sino de intimidar con el trabajo diario.Precisa el grupo de Clemente abandonar ese sello de rival difícil de batir para convertirse en un vencedor. Tiene España hoy un plantel envidiable tanto por su envergadura como por su talento. Y ayer impuso simplemente su caché. Fue una faena muy funcionarial, sin encanto, y, sin embargo, muy pragmática. Marcó cuando le dio la gana. Llevó el partido a su aire y manera.

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El frío de la grada no invitaba a un fútbol caliente y menos cuando el empate era un resultado políticamente correcto, así que Clemente y Jankech coincidieron en los vestuarios en la necesidad de evitar cualquier riesgo. Montaron dos equipos muy grandotes de media cancha para abajo y livianos desde la divisoria hasta campo contrario. Ninguna defensa reparó en el paquete de delanteros del rival. Los tres centrales se desplegaron por el área grande, tan huérfanos de marca como de pelota, expectantes sólo del rechace.

Eslovaquia sólo se volcó por el flanco izquierdo, con Kinder de lanzadera y Jankula de agarradera, y hasta llegaron a ligar un par de dos contra uno que los medios con más llegada no atinaron a rematar. Los locales vivieron sobre todo de su capacidad física, de su fútbol atlético y solidario y también de una notable visión estratégica. Fueron unos maestros en el arte de la falta táctica. Pararon al grupo español con la benevolencia del colegiado que, más que el

árbitro del conflicto, fue el mejor zaguero eslovaco.

España transitó de entrada con demasiado peso para correr y sus transiciones resultaban demasiado cantadas para sorprender al contrario. Hierro garantizó como medio centro un control del juego tan fiable como previsible. Ni un susto. Fue como llevar el cinturón puesto hasta para salir de casa e ir al mercado. Media hora tardó el colectivo de Clemente en rematar a portería, y sólo asomó en las jugadas a balón parado para no perder el sitio en el campo.

Hubo un exceso de celo y, por norma, siempre aparecían más futbolistas detrás del balón que delante. Los tres centrales engancharon a Kiko y el equipo no pudo tirar ninguna pared, pese al juego entrelíneas de Raúl, tan móvil como impreciso en el último pase. El primer tuya-mía y la primera vez que Kiko se soltó acabó en gol. Un deselance esperado, pues a igualdad de condiciones y de planteamientos, el partido acaba siempre en manos del mejor. Es una cuestión simplemente de saber madurar el choque.

El tanto de Kiko no alteró para nada el discurso del partido. España se sintió igual de cómoda, bajó la pelota al suelo e hizo correr más a una Eslovaquia entregada a su suerte. El partido estuvo largo rato usurero. El equipo español controlaba, la pelota dormía y los eslovacos contemplaban. El colectivo de Jankech, sin embargo, no necesita el mando del choque para marcar. Le basta un balón perdido para sacar un gol. Así atrapó el empate: en un fogonazo.

El gol obtuvo una réplica instantánea por parte española en una reacción que acredita su mayor altura respecto al rival. Fue un detalle de buen gusto y que, además, reparó el daño que sufrió Amor cuando no acudió al Mundial de Estados Unidos. El azulgrana marcó el gol de la clasificación y el fútbol saldó su cuenta con un futbolista entregado al equipo. Ahora le toca a la selección en pleno acudir a Francia y acabar con la frustración y el tono plañidero que siempre presidió el discurrir español en las fases finales de un Mundial. Hay, de momento, billete y un equipo que, pese a que aún no juega como es exigible, gana.

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