VUELTA 97

Tonkov, la clase gota a gota

Dos veces dado por retirado, el ciclista ruso ilumina la Vuelta con sus victorias

Impávido dicen que tímido, también ante los micrófonos. Voz que sólo oye su cuello. Mínima sonrisa, pero sólo cuando, padre primerizo, dice que le dicen que su Nicolás, su hijo madrileño, cuatro días de vida, se parece a él sólo porque es feo. Pero eso sólo, y sólo quizás, andando normal, porque cuando se mueve sobre la bicicleta, el enigmático ruso de 27 años, es belleza pura. Ha destilado sólo un par de gotas de clase sobre la Vuelta, pero han bastado para dar lustre a la carrera. Dos victorias selladas con un santiguado a la ortodoxa, empezando por la izquierda. "Lástima", dice él, "...

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Impávido dicen que tímido, también ante los micrófonos. Voz que sólo oye su cuello. Mínima sonrisa, pero sólo cuando, padre primerizo, dice que le dicen que su Nicolás, su hijo madrileño, cuatro días de vida, se parece a él sólo porque es feo. Pero eso sólo, y sólo quizás, andando normal, porque cuando se mueve sobre la bicicleta, el enigmático ruso de 27 años, es belleza pura. Ha destilado sólo un par de gotas de clase sobre la Vuelta, pero han bastado para dar lustre a la carrera. Dos victorias selladas con un santiguado a la ortodoxa, empezando por la izquierda. "Lástima", dice él, "que no pueda luchar por la general. Después del fallo del Giro necesitaba estar arriba".La misma noche en que Tonkov, afectado de problemas estomacales, perdía casi media hora en la etapa de Sierra Nevada sobre él cayó el estigma de que había venido a la Vuelta a pasearse. "Pero no", dice, "las primeras etapas se me hicieron muy duras; siempre el viento; siempre en tensión para ir delante en el pelotón. Y luego los problemas intestinales, la disentería". Aquel día, hace más de una semana, ya se daba al novio de Daría por retirado.

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Una segunda vez se le retiró, aunque él contribuyó a la difusión de la falsa noticia. Después de ganar el viernes en Pajares, su equipo parece que le dio permiso para ir a ver a su hijo de un día y a la madre, y, dado que no tenía que hacer nada en la general, abandonar la carrera. Ya había justificado su presencia. La Vuelta, para no perderlo, incluso puso un helicóptero a su disposición, con la condición de que regresara, pero él, miedoso y visto como andaba el cielo del norte, declinó la oferta.

Continúa en carrera y, parecen más órdenes del equipo, seguirá hasta Madrid. "Ya que sé que todo el parto y el niño anda bien, ya estoy más tranquilo", dice el hombre que dominó el Mortirolo los dos últimos años y que ha añadido a su salón el trofeo de la más reputada ascensión española. El ganador del Giro del 96 ya conoce a su Nicolás por fotografía. Y está contento, aunque digan que se parece a él en lo feo.

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