VUELTA 97

Jalabert pone a prueba a los favoritos

Siguiendo la tradición, primer líder desconocido: Lars Michaelsen

Jalabert es incontenible; y la Vuelta, su terreno. Un recorrido pejiguero, como el de ayer por los alrededores y la costa de Lisboa, su sueño. Es el corredor que más ventaja puede sacar de cualquier repecho. En buena forma y si quiere es capaz de lanzar ataques una, dos y hasta tres veces en un kilómetro. Pocos son capaces de resistirlos y quien se ceba en su rueda muere. Es también amante el francés que ganó la Vuelta del 95 de no esperar demasiado tiempo. La primera etapa puede ser un momento tan bueno como la décima para tensar la cuerda. Una tradición de la Vuelta de los últimos años que a...

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Jalabert es incontenible; y la Vuelta, su terreno. Un recorrido pejiguero, como el de ayer por los alrededores y la costa de Lisboa, su sueño. Es el corredor que más ventaja puede sacar de cualquier repecho. En buena forma y si quiere es capaz de lanzar ataques una, dos y hasta tres veces en un kilómetro. Pocos son capaces de resistirlos y quien se ceba en su rueda muere. Es también amante el francés que ganó la Vuelta del 95 de no esperar demasiado tiempo. La primera etapa puede ser un momento tan bueno como la décima para tensar la cuerda. Una tradición de la Vuelta de los últimos años que ayer también se cumplió. Igual que otra, la que concede siempre el primer maillot amarillo a un corredor con pocos hechos notables en su currículo. El año pasado fue el turno de un absoluto anónimo, Biaggio Conte. Ayer le tocó a un danés de segunda fila Lars Michaelsen, de 28 años, que tras un año frustrado en el Festina fichó por el TVM. Un hombre rápido, ma non troppo, que se aprovechó del corte de los sprinters para ganar la llegada masiva del autódromo de Estoril y frustrar el bingo de Jalabert.Jalabert necesita muchas cosas para ganar la Vuelta. Una de las primeras es cerrar cuanto antes el debate con Zülle sobre el liderazgo en el ONCE. El suizo, oficialmente, llega retrasado de forma tras su caída en el Tour y desea pasar una primera semana sin sobresaltos para ponerse a punto. Jalabert, sin embargo, necesita establecer cuanto antes el quién es quién del pelotón, despojar de sus máscaras a todos los favoritos, separar el grano de la paja. Una etapa morosa en su primera parte por el viento de cara y por el miedo del pelotón a los repechos, un posible viento lateral, el firme y la estrechez de las carreteras y la posibilidad de caídas, se convirtió en una clásica de primer orden en su tramo final con algún condenado ya, como José María Jiménez, que tuvo una avería y perdió más de un minuto.

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Las tranquilas aguas las removió con sus chinitas el Toscaf, el equipo que no descansa. Losata ques de Cerezo y Anguita convirtieron la morosidad en impaciencia. Aquello se aceleró y todos para cabeza. Era el momento en que debía entrar en acción el catalizador Jalabert. La mejor forma de resolver sus dudas era atacar. Poner a prueba a los demás. A ello se dedicó con fruición. Primer acto, un puerto de tercera a 40 kilómetros. Jalabert se lanza con el talentoso Guidi a su rueda. Pelotón en fila india y primeras fracturas. En el grupo de los atentos, Olano, Escartín y Dufaux. Tonkov, doliente de sus heridas, y Rominger, menos a la vista; Zülle pidiendo árnica. "Para, para", dice Escartín que gritaba el suizo a Jalabert cuando éste aceleraba la marcha. Ninguno cedió pero el pelotón se rompió en dos grandes bloques y unos cuantos grupillos. En uno ya se acomodaron los sprinters.

El segundó acto se desarrolló en el último puerto de tercera, a 20 kilómetros de meta. Misma respuesta de los grandes nombres, aunque la secuencia ya adquirió el carácter de duelo. Jalabert quitando progresivamente dientes del piñón y Olano no cediéndole ni un metro. De repente, en el fragor de los ataques, apareció Aitor Osa, un soldado raso del Banesto, y se puso por delante del francés. Calma inmediata.

Manolo Saiz, director del ONCE, dice que Olano va a hacer toda la Vuelta' a rueda de Jalabert. En todo caso, no parece mala táctica. Si el guipuzcoano cree que el francés es su gran rival, sabe también que tiene que actuar a la defensiva en los terrenos en los que Jalabert encuentra su mejor forma de expresión. Su única ofensiva, si todo se le da bien, sólo se producirá en las contrarreloj. Antes y después, calculadora. Y las bonificaciones, para el francés.

Mario Cipollini no acudió a votar a Miss Italia. No sólo no ganó la etapa, condición puesta por su equipo (llegó a 12 minutos), sino que tampoco habría encontrado un avión a Milán. La organización del concurso consideró que se le iba el presupuesto si desembolsaba los millones que le costaba el jet para el bello Mario.

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