Entrevista:

"Mi secreto es saber delegar"

Su reino es de este mundo y no le gusta que se le denomine el amo del deporte, ni siquiera que se le califique de gran presidente. Prefiere que se le valore como un gran coordinador, director de una orquesta que ha ido afinando desde su llegada al poder del movimiento olímpico en 1980 y que toca ahora auténticas sinfonías de paz, espectáculo y dólares. Casi la perfección en un negocio que recogió en bastante ruina y para el que ha sido reelegido como conductor indiscutible por un nuevo plazo de cuatro años, hasta el 2001. Juan Antonio Samaranch, presidente del Comité Olímpico Internacional, es...

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Su reino es de este mundo y no le gusta que se le denomine el amo del deporte, ni siquiera que se le califique de gran presidente. Prefiere que se le valore como un gran coordinador, director de una orquesta que ha ido afinando desde su llegada al poder del movimiento olímpico en 1980 y que toca ahora auténticas sinfonías de paz, espectáculo y dólares. Casi la perfección en un negocio que recogió en bastante ruina y para el que ha sido reelegido como conductor indiscutible por un nuevo plazo de cuatro años, hasta el 2001. Juan Antonio Samaranch, presidente del Comité Olímpico Internacional, es el español más universal tras haber conseguido casi resucitar a un muerto y lograr otro milagro quizá aún mayor: convencer al mundo de que un ciudadano de este país del sur de Europa puede hacerlo mucho mejor que nadie de otras latitudes. Reconoce que siempre hay envidiosos, pero que la situación ha cambiado radicalmente desde que empezó en el cargo. Los hechos son indiscutibles. Acaba de leer el sobre que da la responsabilidad a Atenas para organizar los Juegos del 2004 tras recibir una ovación de gala en el Palais de Beaulieu y el reconocimiento de millones de personas que le han vuelto a ver por televisión. Entre ellos, el rey don Juan Carlos, que le llama desde España pocos minutos después para felicitarle. El marqués de Samaranch interrumpe la entrevista unos momentos para hablar con el "señor". Poco antes no pudo comunicarse con su gran amigo Javier Solana, secretario general de la OTAN. Rezuma la felicidad del que ha triunfado en el trabajo y encima le gusta. Pocos pueden alcanzar su privilegio: "Mi momento más feliz es cuando abro la puerta . de mi despacho". En realidad, abre su lámpara de Aladino.Pregunta. ¿Cuál ha sido el secreto al mando del COI para conseguir su gran prosperidad?

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Respuesta. Saber delegar. Creo que he dado ejemplo de ello y en el Comité Internacional Olímpico hay muchas personas que tienen responsabilidades muy importantes. Por ejemplo, los contratos millonarios de televisión que hemos firmado los negociamos nosotros mismos, es decir, miembros del CIO, uno por Estados Unidos, que es Richard Pound, otro por Europa, Marc Hodler, y otro por Asia, el doctor Un Yong Kim. Y esto representa que nos ahorramos centenares de millones de dólares, porque los agentes cobran un promedio del 25%. Yo soy sólo un director de orquesta, pero los músicos son tan buenos que uno se sienta y la música toca sola.

P. ¿Ha acertado también en la elección de sus músicos ... ?

R. Quizá sí, pero hay muy pocos cambios en la comisión ejecutiva. Salen y vuelven a entrar, porque estoy acostumbrado a trabajar con unas personas y esta comisión que es el gobierno del CIO está muy bien nivelada de continentes y de tendencias, y trabajo muy a gusto. Antes no ocurría esto. En los últimos años, antes de mí presidencia, lo que pasaba es que los que mandaban en el CIO eran la administración. No mandaban los que tenían que mandar. La revolución fue cuando dije yo vivo en Lausana y yo voy cada día a la oficina al Chateau de Vidy. Aquí empezó el gran cambio. Tuve un problema al principio con el director, Monique Berlioux, una señora muy inteligente, pero que quería mandar y aquí los que mandan son los elegidos, no los funcionarios. Y desde que salió esto se ha disparado.

P. ¿Y qué le queda por hacer?

R. No tengo ningún programa. Seguir en la misma línea, como hasta ahora. Defender la ética en el deporte en todos los sentidos, seguir con nuestra lucha antidopaje y con el programa de Solidaridad Olímpica, especialmente ayudando a los países del Tercer Mundo, también con el programa de becas para los atletas, que ha sido un éxito, sobre todo en Atlanta, donde 17 atletas de países pobres han conseguido medallas. Y seguir incidiendo en la unión de deporte y cultura, así como en la protección a la naturaleza con programas ecológicos de forma que el deporte no sólo no perjudique a la naturaleza, sino que ayude a preservarla. Y, sobre todo, algo reiterativo, pero clave: mantener esta unión dentro del movimiento olímpico que no es fácil, ni mucho menos. Lo es quizá con los comités olímpicos nacionales y con muchas federaciones internacionales, pero con las que son fuertes es muy difícil.

P. ¿Se refiere al atletismo?

R. No, no especialmente. Creo que la mayoría de las federaciones internacionales están muy contentas con el Comité Internacional Olímpico. Pero ante la virtud de pedir también está la de dar lo que se pueda. No vamos a dar más de lo que tenemos. El reparto del dinero es muy fácil de explicar. A partir del 2004, el 49%, la mitad, para hablar en números redondos, va al comité organizador. A nosotros nos interesa enormemente que los Juegos tengan éxito. Y para ello tenemos que ayudarles financieramente. El resto, un 17% a las federaciones que han participado en los Juegos, otro 17% al programa de Solidaridad Olímpica de ayuda a los comités olímpicos nacionales y el restaate 17% para el CIO, y con eso tenemos bastante para vivir y para hacer el ruido que hacemos.

P. Nuevamente se lamenta de la falta de unidad en la lucha contra el doping.

R. Lo que nos parece extraño y además un poco difícil de aceptar es que todas las críticas vayan a las organizaciones deportivas que hacen algo positivo contra el doping, como puede ser el CIO durante los Juegos Olímpicos, la federación de atletismo, la de natación, ahora quizá también la de ciclismo, etcétera. Pero algunas federaciones, que no citaré, no hacen nada y, por ejemplo, en el deporte profesional americano, en todas las ligas, no existe. Existe la lucha contra la droga, pero no contra el doping, los esteroides, anabolizantes y demás. No existe. Ni una palabra. Y a los que hacemos algo, cuando encontramos algún caso, en lugar de felicitarnos, encima nos critican.

P. Siempre dice que seguirá, y ahora hasta el 2001, si la salud se lo permite. ¿Es su único enemigo?

R. No se puede saber lo que pasara mañana. No todo son elogios, también hay envidias. Pero las cosas marchan bien, yo me encuentro bien y me divierto mucho.

P. Cuando le eligieron hubo incredulidad hacia la capacidad de un español-latino y también envidia ¿Cómo ha evolucionado la gráfica?

R. Ha bajado dramáticamente, pero es que nosotros no hablamos con palabras, sino con hechos y hoy día el deporte en general y muy concretamente el movimiento olímpico ha alcanzado niveles que no podíamos ni imaginar.

P. Y sigue sin aparecer un sucesor suyo claro. ¿Dejará todo abierto o atado?

R. En principio yo no voy a meterme en el problema de mi sucesión. Ahora, si me dicen mis compañeros que no puedo dejar una guerra abierta entre facciones y que tenemos que pensarlo con tiempo, o, sobre todo, si me piden los miembros del CIO con más peso específico que piense en un sucesor, quizá sí que ayudaría a buscarlo, pero en principio no tengo por qué meterme. Tengo que recordar lo que pasó conmigo. Cuando fui candidato en el año 1980 yo gané y no hubo una división en el CIO, hubo unidad. Y también puede pasar lo mismo. Que haya cuatro o cinco candidatos, que salga uno y que las cosas vayan tan bien como ahora o mejor. Pero si me piden ayuda mis compañeros quizá lo haga.

P. Si llega al 2001 superará con 21 años en el cargo los 20 de Avery Brundage y pasará aún más historia al quedar sólo tras los 29 de Pierre de Coubertin

R. Depende de quién escriba la historia, pero creo que fue un acierto la petición a la Sesión de que la que se celebrará el 2001 sea en Moscú. Fui elegido en Moscú y así terminaré en Moscú donde tengo buenos amigos.

P. En otro Moscú...

R. Sí, pero la gente es la misma. Mandando los mismos.

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