Los penaltis premian al Espanyol ante el Milan

El veredicto de los penaltis estuvo por una vez acorde con el discurrir del partido. Le tenía ganas el Espanyol al Milan. Quería darse una alegría. Gustarse. Y proclamar que salir de Sarriá no significa rendirse. El grupo de Camacho pelea allá donde haga falta. Anoche, en Montjuic, expuso sus argumentos de siempre: es un equipo que tiene tanta mala leche como buen corazón. Maltrata al rival hasta despellejarle y luego, como si se arrepintiera, le da vida antes de sepultarle. El choque tuvo, al igual que el del Betis, dos actos.Ni Kluivert ni Weah, sino Esnáider. El percutor del ariete espanyol...

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El veredicto de los penaltis estuvo por una vez acorde con el discurrir del partido. Le tenía ganas el Espanyol al Milan. Quería darse una alegría. Gustarse. Y proclamar que salir de Sarriá no significa rendirse. El grupo de Camacho pelea allá donde haga falta. Anoche, en Montjuic, expuso sus argumentos de siempre: es un equipo que tiene tanta mala leche como buen corazón. Maltrata al rival hasta despellejarle y luego, como si se arrepintiera, le da vida antes de sepultarle. El choque tuvo, al igual que el del Betis, dos actos.Ni Kluivert ni Weah, sino Esnáider. El percutor del ariete espanyolista perforó la coraza de Capello hasta que aguantó en la cancha y bajó el telón. Fue un primer acto blanquiazul primoroso: el equipo muy bien puesto atrás; Galca y Brnovic, tirando anclas en la divisoria; Pacheta y Quique,, abriéndose a las bandas; Ouédec, saliendo a tocar, y arriba Esnáider. El Milan no se enteró de la película. Le zurraron por todos los flancos. La presión blanquiazul resultó una tortura para el buen vestir italiano. No iba el Milan ni para adelante ni para atrás.

La agresividad del Espanyol, el ritmo de juego, sacaron del choque al colectivo de Capello. Esnáider apuntó tres veces y dio dos. Parecía suficiente para que el Milan quedara como un anónimo cualquiera, pese al aspecto seductor que se le suponía con la simple lectura de la alineación. Había caído en la propuesta blanquiazul de levantar los puños y, en un duelo de fajadores, llevaba las de perder. Puestos a decidir por la vía fisica, Esnáider no tiene rival.

El Milan sólo encontró alivio cuando el Espanyol dilapidó en la barra la fortuna conseguida en la cancha. En un segundo acto, huérfano de Esnáider, bajó los brazos, pidió un trago y el forastero le dejó con la palabra en la boca. No es el blanquiazul un equipo para dejarse ir. Una caída de Cristóbal y un sesteo entre Ton¡, Pochettino y Torres Mestre, a la salida de una falta, metieron al Milan en el partido y obligaron al Espanyol a pasar por el punto de penalti.

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