Cartas al director

De la publicidad y otros pecados

Madrid, siete y media de la tarde. Sentado en la butaca de un cine, me pregunto intrigado cuál será mi estado de ánimo tras las tres horas de proyección que me esperan. De repente aparece en la pantalla un spot publicitario, un establecimiento encargado de facilitar a nuestras mascotas el máximo confort en esta su animal vida terrenal; tres dependientes con cara de primo y un empaquetado chófer que sube a un lujoso can en la limusina que conduce componen la primera parte del anuncio; hasta aquí todo resulta un poco hortera, pero sin mayor trascendencia. Entonces. comienzan a proy...

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Madrid, siete y media de la tarde. Sentado en la butaca de un cine, me pregunto intrigado cuál será mi estado de ánimo tras las tres horas de proyección que me esperan. De repente aparece en la pantalla un spot publicitario, un establecimiento encargado de facilitar a nuestras mascotas el máximo confort en esta su animal vida terrenal; tres dependientes con cara de primo y un empaquetado chófer que sube a un lujoso can en la limusina que conduce componen la primera parte del anuncio; hasta aquí todo resulta un poco hortera, pero sin mayor trascendencia. Entonces. comienzan a proyectarse imágenes en blanco y negro en las que aparecen mendigos, drogadictos, marginados todos que hacen cerrar los ojos a algunas putrefactas conciencias de bien; supongo que estas imágenes deben pertenecer a un diferente tema, cuando, una vez más, la voz en off que intentaba venderme peines y demás enseres para perritos afirma: "A pesar de todo esto, todos debemos querer a quien más lo merece... "; tras lo cual aparece de nuevo en pantalla el cuidado animal (limusina incluida) en la puerta del establecimiento. Todo me pareció una broma de mal gusto, hasta que, decidí personarme en dicho establecimiento y comprobar que, desgraciadamente, no lo era.No es que esté en contra de los animales, todo lo contrario; simplemente quiero hacer un llamamiento a la ética profesional de los publicistas creadores (si es que se les puede llamar así) de tan patético producto. Si quieren veder intentándonos convencer de que nuestros animales se merecen todo nuestro aprecio, ¡háganlo!, pero no utilicen tan descabelladamente el mal ajeno.

Al dueño del establecimiento, amante donde los haya del generó animal y orgulloso del citado anuncio, le diría que en Adena o en cualquier otra organización de ese tipo podría aprender mucho sobre el verdadero cariño a los animales, y en otras muchas ONG o simplemente en los centros sociales de cualquier distrito de Madrid, seguramente fuera de su microcosmos personal, conocería mejor el amor y respeto que se debe. tener a las personas. .

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