Tribuna:COMER, BEBER, VIVIR: FELICIANO FIDALGO

Mujeres, mujeres, mujeres

Esta cabilación ronda mis sesos, mis indagaciones a la hora punta de sueños en blanco y negro, cuando la soledad me acaricia. Por primera vez arremetí con lanzas imaginarias contra las costumbres establecidas viajando de Madrid a Barcelona en el puente aéreo. Y esto, una, dos, tres, docenas incontables de veces en los dos últimos lustros. Sucede que el puente aéreo diríase un cuchitril de lujo tecnológico del machismo de los hombres / ejecutivos y otras hierbas que creen controlar el mundo y que, de algún modo, lo manipulan. Sucede, simplemente, que un puente aéreo Madrid-Barcelona es un huert...

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Esta cabilación ronda mis sesos, mis indagaciones a la hora punta de sueños en blanco y negro, cuando la soledad me acaricia. Por primera vez arremetí con lanzas imaginarias contra las costumbres establecidas viajando de Madrid a Barcelona en el puente aéreo. Y esto, una, dos, tres, docenas incontables de veces en los dos últimos lustros. Sucede que el puente aéreo diríase un cuchitril de lujo tecnológico del machismo de los hombres / ejecutivos y otras hierbas que creen controlar el mundo y que, de algún modo, lo manipulan. Sucede, simplemente, que un puente aéreo Madrid-Barcelona es un huerto de individuos cargados con carteras de negocios o similares. Las mujeres siguen en la cocina o paseando al bebé o aburriéndose con algún amante inexperto. Cuando alguna despistada viaja entre tanta mafia masculina no se sabe lo que piensa.La ausencia de las mujeres es de pavor en lo que se dice la modernidad, el progreso, la hipotenusa del triángulo equilátero de lujo de la cultura. Anteayer, en el restaurante madrileño Príncipe de Viana (91 / 457 15 49), abarrotado por cerca de un centenar de personas, se desolaba el alma y se encendían sueños de paraísos extraterrestres: sólo dos señoras se aburrían con hombres, hombres... ¿hombres?

El otro día se presentó en Madrid un suculento abanico de los productos y bellezas naturales de la provincia de León, seguido de cena grande (91 / 575 11 12) con cecinas y pimientos y manzanas reineta y otras esencias de aquella tierra; y lo dicho, en el escenario más espléndido de Madrid. Y del centenar sobrado de asistentes, un 90% largo eran hombres machorros orgullosos y, como apéndice, las mujeres reinantes, amarradas a las apariencias celosas de sus maridos o acosadas por ineptos. El lunes último en Barcelona, en el grande Vía Véneto (93 / 200 72 44), como el lunes anterior en otro grande madrileño, Las Cuatro Estaciones (91 / 553 63 05) se celebró la ya ritual "cena de los 11 vinos", que desde hace cuatro años, al comienzo de cada estación del año, reúne 11 vinos de 11 viticultores españoles que, además, ofrecen a ciento y pico comensales 11 platos exquisitos y breves para realzar los vinos y su futuro. La perfección merodea estos actos. Pero, ¿y las mujeres de rompe y rasga que serían los nuevos canales de la comunicación de la nobleza del vino?

¿Y cuántas mujeres marcaron el gusto y los corazones en la Universidad de Alcalá, donde se entregaron los premios anuales Nariz de Oro? De 100 catadores de toda España (30 madrileños) llegaron 13 a finalistas, de los que seis han salido de la Escuela de Sumilleres de la Cámara de Comercio en Madrid. Y ganaron Nariz de Oro, Plata y Bronce: Félix Bonilla, de Bodegas Torres; Agustí Torelló, del cava así nombrado, y la sumiller madrileña Katia Romanska, que además es guapa y luce tipo.

¿Ha desaparecido el machismo? ¿Son las mujeres virtualidades de extramuros "enganchadas" al fútbol ("de interés general") y a los toros? Jamás el buen vino será cultura y pan de cada día, y gran negocio, sin las mujeres que merece.

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