Tribuna:

El partido sinapismo

Los partidos políticos que disfrutamos son mucho más que un partido, lo mismo que el Barcelona es más que un club. De instrumentos asociativos para la conquista y administración del poder político en un régimen de posible, y aun deseable, alternancia democrática han venido a ser, quizá por lógica imparable, medios poderosos de conformación del orden social.La sociedad civil debe estar en el sustrato del orden político, quedando para el Estado la fijación de reglas y aun un generoso número de intervenciones en la sociedad. Lo que sucede es que los partidos son quienes ejercen en el Estado, pero...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Los partidos políticos que disfrutamos son mucho más que un partido, lo mismo que el Barcelona es más que un club. De instrumentos asociativos para la conquista y administración del poder político en un régimen de posible, y aun deseable, alternancia democrática han venido a ser, quizá por lógica imparable, medios poderosos de conformación del orden social.La sociedad civil debe estar en el sustrato del orden político, quedando para el Estado la fijación de reglas y aun un generoso número de intervenciones en la sociedad. Lo que sucede es que los partidos son quienes ejercen en el Estado, pero, a su vez, son parte de esa sociedad civil, en la que actúan de modo notoriamente privilegiado, tanto si "están en el poder" como si son oposición significativa.

El partido es, a la vez, Estado y sociedad civil, y, para cualquier otro órgano de ésta, es imposible o muy dificultoso competir con el partido del Gobierno, y aun de esa oposición significativa. Y se comprende que así sea, pues esa parte de la sociedad civil cuenta con el apoyo del Estado, que no es poca cosa.

Dejemos de lado la pura competencia empresarial, pues la actuación empresarial del Estado tiene ya mala fama, y no se encuentra en expansión, al menos aparentemente. Que las empresas privadas han competido en desventaja con las públicas del mismo sector es algo tan visto que basta con recordarlo.

Pero en la sociedad no todo es economía, o, mejor dicho, no todo son empresas. Pensemos en otros sectores de actividad. En las ONG, por ejemplo, de diversa clase y catadura. Es difícil competir, al menos en financiación pública, con las que nacen a la sombra, o a la luz, de los partidos políticos, financiación pública desde cualquier clase de Gobierno, por mínimo que sea su territorio.

Es cierto que los gobernantes siempre dicen, una vez que han ganado el poder, que van a gobernar para todos; y es verdad, para todos gobiernan; también dicen que para todos por igual, y eso es ya más difícil de ver; los Gobiernos de toda laya se componen de gentes de partido, que miran con mejores ojos a los propios que a los demás. Hasta el extremo de que ser ONG, por encima, de verdad, de los partidos, puede suponer una ardua tarea. Es difícil, por ejemplo, para muchas entidades de la sociedad civil, sin, al menos, conexiones políticas; porque tropezarán alguna vez, o todos los días, con el Estado, la comunidad, la provincia, el municipio o cualquier otra entidad impregnada de "partido político".

Los partidos ¿podrían abstenerse de tratar de penetrar la sociedad hasta los vasos capilares, y de intentar conformarla según su criterio? No sé si podrían, pero sí sé que tiene cierta lógica que no lo hagan; la penetración social ayuda a tejer la red clientelar que, a su vez, les será de eficacia a la hora de la verdad, que para un partido son las elecciones: su objetivo es ganar las elecciones, y no perder las siguientes; y así; y la mayor presencia social, no política, les facilitará la tarea. Qué buenas son las madres ursulinas, qué buenas son, que nos llevan de excursión; así era en otros tiempos; ahora las madres ursulinas son, en medida creciente, siglas políticas; lo que son las cosas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Y de ahí viene también la penetración de los aparatos públicos, que así se preparan para la oportuna docilidad política. Ahora los socialistas (algunos) se quejan. Seguro que hay mucho de qué quejarse, salvo que se aplique el precepto evangélico cuando aquello del proyectado apedreo de la adúltera: el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.

Los partidos administran presupuestos (públicos) con facultades que implican gran poder discrecional; ¿qué podemos esperar? Ya se sabe que, para cualquier partido, lo más importante es el partido mismo, el mejor medio para el mejor de los fines. Aunque sean proclives a menos Estado, no lo pueden evitar, más que en casos heroicos, y por lo general mal comprendidos por propios y extraños. Ahí está el ejemplo de las diversas televisiones públicas. El verdadero riesgo de enanismo y docilidad de la sociedad civil no está tanto en lo público, sino en los partidos, tal como son hic et nunc. El partido sinapismo; o como esas plantas que crecen a costa de los árboles, a los que, si te descuidas, acaban por ahogar; o como las sanguijuelas, que te chupan la sangre para que puedas vivir.

Archivado En