Cartas al director

Actitud discriminatoria

El día 22 de mayo llegamos a Barajas mi mujer y yo, procedentes de Roma, en el vuelo de Iberia 3607. Eran algo más de las diez de la noche. Veníamos felices y sumamente contentos y satisfechos con el exquisito trato y atenciones recibidas durante los cinco días de estancia en la capital italiana por parte de sus habitantes. Nunca nos faltó una sonrisa, una palabra o un gesto de ayuda.Todo esto se desvaneció cuando, al pretender coger un taxi en la terminal internacional para llegar a nuestro domicilio, todos a los que solicitamos el servicio -cuatro, cinco, seis- se negaron a llevar una silla ...

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El día 22 de mayo llegamos a Barajas mi mujer y yo, procedentes de Roma, en el vuelo de Iberia 3607. Eran algo más de las diez de la noche. Veníamos felices y sumamente contentos y satisfechos con el exquisito trato y atenciones recibidas durante los cinco días de estancia en la capital italiana por parte de sus habitantes. Nunca nos faltó una sonrisa, una palabra o un gesto de ayuda.Todo esto se desvaneció cuando, al pretender coger un taxi en la terminal internacional para llegar a nuestro domicilio, todos a los que solicitamos el servicio -cuatro, cinco, seis- se negaron a llevar una silla de ruedas, plegable y desmontable. ¡Ah!, me olvidé de decir al principio de la carta que mi mujer es minusválida, autónoma, pues puede caminar unos pasos, pero necesita silla de ruedas para desplazamientos un poco más largos como puede ser un paseo. Creí que no era un factor importante. Eramos dos pasajeros con una maleta y una silla de ruedas por todo equipaje. La actitud del todo discriminatoria y humillante, por cuanto ignoraron nuestra presencia entre los solicitantes del servicio, dice muy poco a nuestro favor, particularmente cuando el aeropuerto supone la entrada a nuestro país de millones de personas.

Debo hacer mención igualmente de la magnífica atención recibida por el personal del aeropuerto y AENA, dispuestos incluso a llamar a las autoridades policiales para solventar el asunto. No creo que se solucione obligando a nadie a prestar un servicio -no gratuito, evidentemente-, sino estableciendo unos controles adecuados para evitar que esto pueda suceder tan sólo una vez más.-

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