Cartas al director

Culto y devoción

No son lo mismo culto y devoción, aunque vayan comúnmente ligados. El culto es externo, suele ser colectivo y estar vinculado a ritos o ceremonias. Aquí puede caber la hipocresía, la representación teatral, la actitud farisaica. La devoción, por contra, es interna, individual, un sentimiento íntimo que puede tener expresión en la meditación y la invocación callada. Esto pertenece a lo recóndito de la persona.Dentro de la comunidad, la devoción se expresa en el culto. Y el culto puede servir de alimento a la devoción. En todo caso ambos se complementan cuando la simbiosis es perfecta, pero tamb...

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No son lo mismo culto y devoción, aunque vayan comúnmente ligados. El culto es externo, suele ser colectivo y estar vinculado a ritos o ceremonias. Aquí puede caber la hipocresía, la representación teatral, la actitud farisaica. La devoción, por contra, es interna, individual, un sentimiento íntimo que puede tener expresión en la meditación y la invocación callada. Esto pertenece a lo recóndito de la persona.Dentro de la comunidad, la devoción se expresa en el culto. Y el culto puede servir de alimento a la devoción. En todo caso ambos se complementan cuando la simbiosis es perfecta, pero también pueden llevar vidas independientes. Tanto hay culto sin devoción como devoción sin culto. Una expresión clara del culto son los sacrificios, las ofrendas, los holocaustos. Cuando un dirigente político produce víctimas a su alrededor y encuentra quien se las ofrezca, es que se pretende convertir su personalidad en objeto de culto público, aun cuando falte la devoción.

En la actualidad, los medios de comunicación, la televisión en especial, pueden crear un ídolo, en cuestión de meses. El mensaje es unívoco: "Todo lo bueno proviene de él, iveneradle!". Y el mensaje se repite las veces que hagan falta de forma hipnótica hasta que empiece a despertarse la devoción. Entonces, el culto público del creador de todo lo bueno puede que cale en el corazón de los hombres. Después, con insistencia, hasta el ídolo creerá en sus propias virtudes infinitas. Es humano, pues también tiene corazón. Y ahí empiezan los peligros para él mismo.

Cuando se sienta grande querrá caminar solo, sin los apoyos que lo sostuvieron y elevaron. Caerán cabezas. Y, cuando se sienta aún más grande y libre, pretenderá caminar sobre las aguas. Pero, ¡ay!, todo tiene un límite. Lo más fácil es que, si llega a ese punto, el ídolo se hunda, víctima de su propia autoestima. Ya lo dijo una vez Buda: "Habiendo barcas, ¿qué necesidad hay de aprender a pasear sobre el agua?".-

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