Tribuna

El poscruiffismo

Me piden desde Holanda mi opinión sobre Cruyff con motivo de su 50 aniversario. Un gran jugador de fútbol, calculador en el campo de fútbol y en la vida privada, orgulloso de su condición de haber sido uno de los cuatro mejores jugadores de fútbol del siglo y capaz de convertir su práctica en un saber, lo que le ha permitido ser también un buen entrenador. Los holandeses me preguntan por el misterioso vínculo que une a Cruyff con Cataluña y, desconocedor de lazos personales e intransferibles, se me ocurre que para un holandés como Cruyff Cataluña tiene algo de país norteño según las cla...

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Me piden desde Holanda mi opinión sobre Cruyff con motivo de su 50 aniversario. Un gran jugador de fútbol, calculador en el campo de fútbol y en la vida privada, orgulloso de su condición de haber sido uno de los cuatro mejores jugadores de fútbol del siglo y capaz de convertir su práctica en un saber, lo que le ha permitido ser también un buen entrenador. Los holandeses me preguntan por el misterioso vínculo que une a Cruyff con Cataluña y, desconocedor de lazos personales e intransferibles, se me ocurre que para un holandés como Cruyff Cataluña tiene algo de país norteño según las claves convencionales que marcan las pautas diferenciales del norte con respecto al sur. Pero al mismo tiempo se beneficia de una latitud sureña con más sol, calor e imprevisibilidad que en la Europa del Norte, la Europa de la primera velocidad.Tal vez no se la única verdad del por qué de la permanencia en Cataluña del holandés, en el pasado errante y se me ocurre que un motivo importante es la espera de cómo se resuelve el posteruyffismo en el universo barcelonista. Tal como se ha planteado el pulso entre Cruyff y Núñez, el sueño del holandés de volver a ser el líder del Barça, así en el campo como en la calle, ha de pasar por encima del cadáver del nuñismo. Sin embargo la buena racha de juego del equipo que se percibe entre la derrota en Tenerife y la de Valladolid, ha obedecido a esquemas de juego más cruyffistas que robsonianos, como si los jugadores y el público hubieran conectado en la sintonía de la añoranza de los mejores tiempos de Cruyff en el banquillo. Y es que el fantasma del holandés se pasea por Iss gradas, por el césped, habita en el Espíritu del Barça, por esa comunión de los santos que forman miles, millones de barcelonistas que tienden a mitificar a Cruyff como el rey Arturo que un día volverá a conquistar otras cuatro ligas y una Copa de Europa.

Fue difícil la deskubalización, término frecuentemente empleado al final de la década de los cincuenta y será muy difícil la descruyfficación, porque han sido Kubala y Cruyff los dos referentes emblemáticos de los grandes saltos cualitativos del Barcelona en los últimos 50 años.. Por si acaso, el holandés espera en su casa de la calle Escoles Pies, con una actitud menos holandesa que árabe, ver pasar el cadáver de su enemigo.

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