Editorial:

Parar a Le Pen

LE PEN y el Frente Nacional parecen engordar con cada confrontación. Por ello, las buscan, y las encuentran, como en Estrasburgo, donde este partido celebra su décimo congreso: Esta forma actualizada de fascismo constituye un grave peligro no sólo para Francia, sino para el conjunto de Europa. Pues el proyecto europeo por el que tanto apuesta España requiere también que se pare la progresión de Le Pen en Francia o de similares partidos pardos en otros países europeos, a cuya unión llamó ayer el dirigente de la extrema derecha francesa. Un cuarto de siglo después de su creación, el Frent...

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LE PEN y el Frente Nacional parecen engordar con cada confrontación. Por ello, las buscan, y las encuentran, como en Estrasburgo, donde este partido celebra su décimo congreso: Esta forma actualizada de fascismo constituye un grave peligro no sólo para Francia, sino para el conjunto de Europa. Pues el proyecto europeo por el que tanto apuesta España requiere también que se pare la progresión de Le Pen en Francia o de similares partidos pardos en otros países europeos, a cuya unión llamó ayer el dirigente de la extrema derecha francesa. Un cuarto de siglo después de su creación, el Frente Nacional está más fuerte que nunca. El partido mismo cree que, tras su posterior "implantación", ha llegado el momento de la "toma del poder". Afortunadamente, el Frente Nacional está aún lejos de culminar esta aspiración en las elecciones legislativas de 1998, pero un último sondeo le atribuye un notable 15% de las intenciones de voto, que aumentan sobremanera en algunos territorios concretos, como en Estrasburgo, donde se celebra este congreso.Si caretas quedaban, han caído. El Frente Nacional, con Le Pen reelegido ayer a su cabeza y posibles sucesores en su estela, se presenta con un programa de reivindicación de la intolerancia, el racismo y la xenofobia, plagado además de demagogia,. Propugna expulsar a tres millones de inmigrantes en Francia, cambiar la ley de nacionalidad y cerrar el paso a la moneda única europea para abrírselo a la Europa de los nacionalismos.

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Con Le Pen fuerte en Francia, París verá dificultado su compromiso europeo, especialmente si el Gobierno cede a una tentación, siempre presente, de lepenización de su política para recuperar terreno electoral. Pues la tragedia de una parte de la, derecha francesa, la gaullista, es que, en mayor grado que la izquierda, comparte base electoral con el Frente Nacional. La práctica ausencia de la derecha gaullista de las manifestaciones antilepenistas del sábado refleja los límites del margen de actuación. El Frente Nacional, ansioso de presentarse a sí mismo como el partido de los pobres, es hijo de sus tiempos: de la angustia que embarga a buen número de franceses frente a la velocidad y amplitud de los cambios en curso, frente a la globalización -mantra de la política francesa-, a la precariedad en el empleo o el paro; en resumen, frente a la crisis del futuro.

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Mientras, la izquierda y la derecha moderadas se miran como rivales. Y lo son. Pero en esta ceguera no se percatan -contrariamente a De Gaulle frente a la extrema derecha de su tiempo- de que el enemigo a batir es Le Pen y su Frente Nacional. No ven que el crecimiento de Le Pen puede acabar devorándoles a ellos. Los franceses no entienden bien el enfrentamiento, o las diferencias, entre izquierda y derecha, y Le Pen saca provecho de este estado de ánimo. De hecho, el congreso de Estrasburgo del Frente Nacional se celebra bajo el lema, acertado, de la única alternativa. El Frente Nacional es el único partido militante que hay en Francia que no se limita a las apariciones esporádicas de los líderes en televisión, sino que ejerce su acción también por capilaridad, en cada patio de vecinos, en cada casa, en cada centro. Combatir este fenómeno requiere una movilización similar por parte de los partidos moderados. No bastan los manifiestos o las manifestaciones. La de la izquierda el sábado en Estrasburgo ha demostrado las esperanzas, pero también los límites de este tipo de manifestaciones, especialmente cuando Le Pen escoge la Semana Santa para dar su golpe de efecto congresual, y cuando el gamberrismo acaba manchando lo que era un acto pacífico.

Es fácil apuntar que Combatir a Le Pen requiere no sólo antilepenismo, sino encarar los problemas que están en el origen de la fuerza electoral del Frente Nacional, aunque buena parte de ellos -desde un razonable control de la inmigración hasta el paro- no tienen solución evidente. Sin embargo, éste es el camino a seguir, realzando a la vez los valores del civismo y la tolerancia.

Le Pen es un fenómeno francés, pero también europeo. Que en España no haya ningún movimiento similar con tamaña fuerza electoral no significa que no pueda haberlo en un futuro. El éxito del PP ha sido agrupar todo el voto de las derechas en España. Condición que podría quebrarse bajo algunos supuestos.

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