CICLISMO

El ejemplo de Saiz, Terrados y Muros de Nalón

Se lo merecía. Él y su ejemplo. El de uno de esos viveros modélico nacidos en un pequeño pueblo, y el de cómo una joya frágil ha sido después cuidada profesionalmente. El ciclismo español no tendrá quizá nuevos Induráin, a corto, medio o ningún plazo pero, al menos, el caso de Marcelino García es un soplo más de aire fresco a la espera de lo que pueda hacer Abraham Olano, y de lo que den de sí otros hombres que despuntan y ganan carreras, como Juan Carlos Domínguez o Santi Blanco.Marcelino es el diamante surgido de la Peña RutaTurística, club ciclista de Muros de Nalón, un precioso pueblo astu...

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Se lo merecía. Él y su ejemplo. El de uno de esos viveros modélico nacidos en un pequeño pueblo, y el de cómo una joya frágil ha sido después cuidada profesionalmente. El ciclismo español no tendrá quizá nuevos Induráin, a corto, medio o ningún plazo pero, al menos, el caso de Marcelino García es un soplo más de aire fresco a la espera de lo que pueda hacer Abraham Olano, y de lo que den de sí otros hombres que despuntan y ganan carreras, como Juan Carlos Domínguez o Santi Blanco.Marcelino es el diamante surgido de la Peña RutaTurística, club ciclista de Muros de Nalón, un precioso pueblo asturiano en la desembocadura del mayor río del Principado. Hace más de 20 años, el típico grupo de locos que se dedicaban por libre a un deporte dejado de la mano de las autoridades -y que vivía mucho antes de los Juegos de Barcelona sólo a base de las pinceladas geniales aisladas-, trató de encauzar la juventud del pueblo a través del ciclismo. A fin de cuentas, el duro deporte de las dos ruedas siempre ha tenido raíces en la tierra hispana y la innovación no era excesiva.

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Marcelino es el hijo de uno de aquellos iluminados que han sobrevivido más de dos décadas a base de rifas y de mendigar apoyos económicos desde las tiendas de ultramarinos hasta los supermercados. Y de poner su propio dinero y su tiempo. Pero Marcelino ha Sido sólo la punta del iceberg. No se puede despreciar el resto de una labor que ha permitido formarse a cientos de niños gracias a ello. Y el mérito sigue, contra viento y marea. Con el recuerdo, también y siempre, de la carrera madre por el circuito del Espíritu Santo y las tremendas subidas a la calea Arango, en las que un año ganó José Luis López Cerrón.

Pero Marcelino, aun siendo el primero de la clase, tampoco ha tenido el camino fácil. Después de triunfar desde las categorías inferiores acabó recalando en el Once, uno de los dos grandes equipos profesionales. Ya era un logro y podía quedarse en uno más de los dignos gregarios que pasan su carrera sin mucha pena, pero también casi sin gloria. En realidad, es lo que era, un trabajador al servicio de los jefes, Zülle y Jalabert. Había apuntado algo, como sus buenos puestos en la Vuelta a Asturias o en la Bicicleta Vasca, pero nada más. Se anunciaban tiempos mejores para él, pero no fue así. Sólo era un trabajador al acecho.

Nicolás Terrados, el médico del grupo de Manolo Saiz, como éste mismo, han sabido esperar y confiar en él. Incluso en solucionar su miopía, un problema del que fue operado para evitarle los problemas de falta de visión que también Zülle ha sufrido repetidamente. Subía bien, pero en las bajadas... Por todo eso ha pasado cuatro años de profesional y dos de ellos casi en blanco. Hasta ahora en que Manolo Saiz, consciente de su gran calidad en la montaña, le dejó libertad para atacar. "Puede hacer cosas, pero hay que cuidarle", comentó Terrados de Marcelino hace cuatro años, justamente cuando entró en el equipo. Y le han cuidado. Así puede seguir haciendo cosas. Al acecho o quizá ya no tanto.

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