Las líneas más 'calientes'

Pocas dudas caben sobre el destino de los vigilantes que se incorporarán al nuevo plan de seguridad del metro. Muchos serán enviados, como reconoció el presidente de Metro, Ramón López Mancisidor, a las líneas calientes, aquéllas cuyos problemas de drogas, delincuencia o gamberrismo han provocado incluso una reducción en su cifra de viajeros.Se trata, en el caso de los carteristas, de las líneas 4 y 1, especialmente en Gran Vía y Serrano. "Ahí hay una bolsa difícil de eliminar formada por gente cada vez más joven y más violenta. Muchos son ladrones cuyos robos no superan las 50.000 pese...

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Pocas dudas caben sobre el destino de los vigilantes que se incorporarán al nuevo plan de seguridad del metro. Muchos serán enviados, como reconoció el presidente de Metro, Ramón López Mancisidor, a las líneas calientes, aquéllas cuyos problemas de drogas, delincuencia o gamberrismo han provocado incluso una reducción en su cifra de viajeros.Se trata, en el caso de los carteristas, de las líneas 4 y 1, especialmente en Gran Vía y Serrano. "Ahí hay una bolsa difícil de eliminar formada por gente cada vez más joven y más violenta. Muchos son ladrones cuyos robos no superan las 50.000 pesetas, por lo que una vez detenidos no se les puede imputar un delito sino sólo una falta. En consecuencia, no se les priva de libertad y vuelven al metro", señaló un responsable policial.

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La segunda línea caliente es la 7, sobre todo a su paso por Simancas y San Blas. Aquí, el problema es la droga, las filas de yonquis que se, dirigen hacia los poblados chabolistas donde les venden el material de sus sueños. "Más que delitos, lo que generan es inseguridad", indicó el policía. Esta línea, una de las que más viajeros ha perdido a lo largo de 1996, ha mejorado, con todo, en las últimas semanas, debido al desmantelamiento parcial de Los Focos.

El tercer punto negro lo forman las estaciones de Argüelles, Moncloa y Bilbao.

En estos enclaves, la pesadilla resucita cada fin de semana, cuando cientos de jóvenes borrachos ponen a prueba las instalaciones. "Son gamberros a los que hay que controlar desde la superficie y el subsuelo. Esa es la única fórmula para actuar en el metro. Ser consciente de que ese laberinto forma parte de la ciudad", concluyó el policía.

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