Tribuna:

Palabras

Para hacer un buen artículo periodístico, o por lo menos para hacer uno pasable, es necesario que la columna contenga, como poco, una idea, a ser posible original. De manera que pones el huevecillo de un pensamiento propio y, hala, ancha es Castilla, luego vas rellenando líneas hasta el final. Pero hay días de plomo en los que no se te ocurre ni una maldita cosa, ni siquiera un guisante de idea, ni una simple fruslería cogitante. Agitas la cabeza y allá dentro retumban y rebotan dos neuronas resecas, perdidas en mitad de la negrura cerebral; y por más que las estrujas no logras obtener ni una ...

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Para hacer un buen artículo periodístico, o por lo menos para hacer uno pasable, es necesario que la columna contenga, como poco, una idea, a ser posible original. De manera que pones el huevecillo de un pensamiento propio y, hala, ancha es Castilla, luego vas rellenando líneas hasta el final. Pero hay días de plomo en los que no se te ocurre ni una maldita cosa, ni siquiera un guisante de idea, ni una simple fruslería cogitante. Agitas la cabeza y allá dentro retumban y rebotan dos neuronas resecas, perdidas en mitad de la negrura cerebral; y por más que las estrujas no logras obtener ni una sola palabra digna de ser escrita. Porque bastaría con encontrar una palabra verdadera, una de esas palabras capaces de nombrar el nombre de las cosas; pero hay días polvorientos en los que todas las frases se vacían.Cuando te da una pájara de este tipo, normalmente te lanzas con avidez bulímica a los periódicos, a las radios, a las televisiones, buscando una noticia que haga florecer en ti una palabra propia. Hoy estuve así, agitando las orejas como los burros por ver de escuchar el susurro del mundo. Pero no capté susurros, sino más bien berridos. Pese al precoz decaimiento de mis dos neuronas, me pareció advertir que en los medios de comunicación sólo hablamos sobre medios de comunicación y sobre políticos, y que a su vez los políticos sólo hablan sobre políticos y sobre medios de comunicación. Esta tautología informativa produce un sopor letal en las entendederas. Tal vez, me dije esperanzada, la pájara que padezco no sea sólo mía: puede que les ocurra también a muchos otros, y que se deba a una feroz indigestión de retórica pública. Tal vez todos andemos buscando palabras modestas y cotidianas que no sean tan sólo armas arrojadizas del poder, sino fragmentos reales de la vida.

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