FÚTBOL INTERNACIONAL

Vuelve el equipo burgués

El Chelsea vive una auténtica revolución con Gullit en el banquillo

Vuelve el glamour al Chelsea, el club de Gullit y la legión italiana. Después de 25 años de mediocridad, el equipo de la burguesía londinense ha retomado el hilo de aquel equipo espléndido que ganó la Recopa. Eran los tiempos del swinging London y de jugadores como Alan Hudson, uno de los talentos más controvertidos que ha dado el fútbol inglés, Peter Osgood, un delantero con de aspecto acaballado pero con un pie bastante delicado, y Charlie Cooke, el exquisito escocés. Un buen equipo que lucía tanto en el campo como en las portadas de las revistas juveniles. Pero aquella época duró poc...

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Vuelve el glamour al Chelsea, el club de Gullit y la legión italiana. Después de 25 años de mediocridad, el equipo de la burguesía londinense ha retomado el hilo de aquel equipo espléndido que ganó la Recopa. Eran los tiempos del swinging London y de jugadores como Alan Hudson, uno de los talentos más controvertidos que ha dado el fútbol inglés, Peter Osgood, un delantero con de aspecto acaballado pero con un pie bastante delicado, y Charlie Cooke, el exquisito escocés. Un buen equipo que lucía tanto en el campo como en las portadas de las revistas juveniles. Pero aquella época duró poco y vinieron malos años. Stamford Bridge se convirtió en un lugar inhóspito por viejo y por mal fútbol. El Chelsea quedó perdido entre el poder de convocatoria del Arsenal y el Tottenham y la atomización de equipos londinenses, todos los cuales -incluidos el Wimbledon, Queen's Park Rangers y Watford- tuvieron su momento de gloria. La recuperación comenzó a fraguarse cuando el fútbol se puso de moda entre los políticos, los intelectuales y los magnates inmobiliarios, gente como Sir John Hall (Newcastle) o Jack Walker (Blackburn) que satisfacían sus ambiciones sociales y colmaba su afición mediante la compra y gestión de equipos. A esta raza pertenecían Ken Bates y Matthew Harding. El primero tomó la presidencia; el segundo puso una montaña de dinero para conseguir la vicepresidencia. De los dos, Harding era el visionario y el que tenía más gancho entre la hinchada y los jugadores. Acudía a los partidos en autobús se mezclaba entre la gente, se tomaba las pintas de rigor despues de los partidos con los aficionados y adoraba a los jugadores. Además se dispuso a transformar Stamford Bridge en un estadio moderno.Llegó el dinero y la popularidad a Chelsea, y rápidamente volvieron los famosos, algunos espúreos como el primer ministro John Major, un hincha vergonzante del Arsenal que encontró más adecuado hacerse pasar por seguidor del Chelsea. La contratación de Ruud Gullit puso al equipo en las portadas de los periódicos. El Chelsea volvía a estar en el mapa. Pero el toque de distinción ha llegado este año, con la OPA sobre Leboeuf, Vialli, Di Matteo y ahora Zola, días después de la muerte del mecenas Harding en un accidente de helicóptero. Se temió que la tragedia interrumpiera la ascendente carrera del club. Pero el compromiso de la familia Harding continúa: el Chelsea quiere recuperar el prestigio perdido. No le falta dinero, ambición, jugadores y un entrenador cosmopolita, Ruud Gullit, dispuesto a llevar adelante la revolución.

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