"Declaramos no culpable a..."

Sorpresa en la Audiencia por la decisión de un jurado de absolver al menor que mató a su hermano

por unos pantalones vaqueros

Angel P. B. rompió a llorar al escuchar, en boca de la portavoz del jurado, que no era "culpable" de matar con un puñal a su hermano mayor durante una disputa por unos simples pantalones ocurrida el pasado marzo.

Quedaban atrás dos días de juicio y las seis horas de tensa espera -toda una tarde- que emplearon cinco hombres y cuatro mujeres para decidir su futuro. El anuncio, en voz alta, del magistrado presidente, Francisco José Vieira, de que debía ser puesto de inmediato en libertad inundó de lágrimas de alborozo los ojos de Ángel, un muchacho de 17...

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por unos pantalones vaqueros

Angel P. B. rompió a llorar al escuchar, en boca de la portavoz del jurado, que no era "culpable" de matar con un puñal a su hermano mayor durante una disputa por unos simples pantalones ocurrida el pasado marzo.

Quedaban atrás dos días de juicio y las seis horas de tensa espera -toda una tarde- que emplearon cinco hombres y cuatro mujeres para decidir su futuro. El anuncio, en voz alta, del magistrado presidente, Francisco José Vieira, de que debía ser puesto de inmediato en libertad inundó de lágrimas de alborozo los ojos de Ángel, un muchacho de 17 años vecino de Coslada. No se lo creía. Y no le faltaban motivos. De hecho, su absolución ha causado sorpresa en la Audiencia madrileña, donde se celebró el juicio la pasada semana.

Si a Ángel le hubiese juzgado un tribunal normal, sin jurado, previsiblemente seguiría hoy en la cárcel. Los ocho años de. cautiverio que le pedía el fiscal por el "homicidio voluntario" de su hermano Antonio, de 23 años, se habrían quedado en cinco o seis, quizá menos; pero, eso sí, el fallo habría sido condenatorio. Así lo reconocen magistrados de distintas salas de la Audiencia Provincial.

Era la segunda vez que se constituía un jurado en Madrid, pero la primera en que personas legas en leyes emitían un veredicto. El anterior jurado no tuvo ocasión de pronunciarse porque fue disuelto al llegar el fiscal y la defensa a un acuerdo sobre la pena a imponer a otro homicida.

En este caso, en cambio, sí ha habido veredicto. A pesar de que el fiscal, Joaquín Sánchez-Covisa, y el abogado defensor, Alberto Martín, a punto estuvieron de sellar un acuerdo consistente en que Ángel P. cumpliese sólo cinco años de cautiverio. Rompieron el pacto y optaron por dejar en manos, del jurado la decisión. Una profesora, dos amas de casa y un estudiante de derecho, entre otras personas, decidieron declararle "no culpable". Con la ley en la mano, y en función del propio relato del acusado, se estaba ante un homicidio. Seguramente involuntario, pero un homicidio. ¿Qué ha ocurrido entonces? Pues -que el fiscal, interpretan fuentes jurídicas, se empecinó y no dio alternativas al jurado. Es decir, mantuvo hasta el Final su acusación de homicidio voluntario, con la agravante de parentesco y la atenuante de minoría de edad. La misión del juez en un juicio de este tipo es elevar al jurado un cuestionario sobre' lo ocurrido en el juicio y dictar sentencia de acuerdo con las respuestas, Las preguntas inculpatorias deben basarse, lógicamente, en el escrito de acusación del fiscal. Éste, sin embargo, no planteó la posibilidad de que el homicidio hubiese sido involuntario. La pregunta clave fue: "¿Cree usted que el acusado mató con dolo y voluntariedad a su hermano?" La respuesta del jurado fue, por unanimidad, no..

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Esa contundencia se produjo tras un juicio en el que a más de un asistente se le encogió el alma oyendo el testimonio del acusado, bañado en lágrimas y mirando siempre a sus padres, quienes defendieron su inocencia. Su madre recordó cómo su hijo Ángel, al ver que su hermano se tendía agonizante sobre un sofá tras recibir la cuchillada, intentaba reanimarle y gritaba: "¡Antonio! ¡no te mueras, que yo te quiero mucho!.....".

La versión de la defensa se centraba en que la muerte de Antonio fue fortuita. O sea, que el acusado y su hermano Antonio discutieron por la propiedad de unos pantalones, y que la víctima le golpeó reiteradas veces sin que éste se defendiese. En un momento de la discusión, Ángel cogió un cuchillo, con ánimo defensivo, y lo apretó en su mano. Pero sin hacer ademán de clavárselo a Antonio; para evitar que éste siguiese golpeándole. Antonio, sin embargo, se echó encima de Ángel, que sujetaba el cuchillo, y ambos cayeron sobre un sofá. Se clavó el puñal en el pecho al caer encima de él. La muerte fue instantánea.

Dando por bueno ese mismo relato, el de la defensa, un tribunal habría condenado a Ángel, probablemente, por homicidio involuntario. Al jurado, sin embargo, no se le, elevó ninguna pregunta en ese sentido. Por ejemplo: "¿Cree usted que Ángel P. acuchilló a su hermano en un momento de arrebato, pero sin intención de matarle?"'. La respuesta previsible habría sido sí, lo que habría cambiado el signo de la sentencia.

Instantes antes de la lectura del fallo del jurado, el juez, que ya conocía su contenido, ordenó a la policía (a instancias del abogado defensor, Alberto Martín) que despojase al acusado de las esposas. El letrado también se sumó al júbilo. Eso sí, protestó porque su cliente, ya exculpado, saliese de la sala con las esposas con destino a los calabozos de la Audiencia. Pero Ángel ya está libre y sin cargos. "El jurado es soberano", asegura, sin ironía y con respeto a esta institución, un magistrado de la Audiencia

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