Tribuna:

Vamos al infierno

En una película, La leyenda de la ciudad sin nombre, aparecía un predicador que pasaba revista asombrado a las situaciones pecaminosas en que vivían felizmente los lugareños, para a continuación describir a éstos toda la gama de represiones que habían de permitirles alcanzar el cielo. ¿Qué preferís, ir al cielo o al infierno?, les preguntaba al final del sermón. Y la respuesta era unánime: Go to Hell!, ir al infierno. Nuestros obispos no han debido tomar nota de esa enseñanza, ni de las causas del proceso de secularización experimentado por la sociedad española desde los tiempos ...

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En una película, La leyenda de la ciudad sin nombre, aparecía un predicador que pasaba revista asombrado a las situaciones pecaminosas en que vivían felizmente los lugareños, para a continuación describir a éstos toda la gama de represiones que habían de permitirles alcanzar el cielo. ¿Qué preferís, ir al cielo o al infierno?, les preguntaba al final del sermón. Y la respuesta era unánime: Go to Hell!, ir al infierno. Nuestros obispos no han debido tomar nota de esa enseñanza, ni de las causas del proceso de secularización experimentado por la sociedad española desde los tiempos del nacionalcatolicismo. A partir de los felices 60, no hicieron falta las propagandas anticlericales del pasado para que los españoles aprendieran por su cuenta a vivir libres de quienes les perseguían anteriormente en su vida cotidiana por adúlteros, impíos, o simplemente por las malas lecturas, los vestidos ligeros o las películas "gravemente peligrosas". Como consecuencia, la pequeña luz del pontificado de Juan XXIII y del Concilio Vaticano II no fue suficiente para evitar el divorcio creciente entre la Iglesia y amplios sectores de la sociedad española en el terreno de las costumbres. Y gestos airados como los de los obispos ante el matrimonio civil de Álvarez Cascos constituyen hoy simplemente un recordatorio para los demás sobre la conveniencia de mantener esa distancia.Claro que los prelados no están solos. El núcleo duro de toda ortodoxia reclama la entrada en juego de un martillo de herejes, en especial si éstos se atreven a exhibir su pensamiento libre en público. Es lo que está ocurriendo en Izquierda Unida desde que Iniciativa per Catalunya hizo su lectura del postcomunismo y se atrevió a pensar por sí misma en temas afectados por la intransigencia anguitiana. Lo que iba a pasar pudo adivinarse hace unos cinco años cuando tras asistir a una conferencia de Rafael Ribó en el Club Siglo XXI, al final de la sobremesa Anguita estalló mostrando su disconformidad frente a la autolimitación de objetivos y a la concreción exhibidas en su discurso por el político catalán. Anguita dijo hablar en su calidad de comunista, es decir "en el filo de la navaja". Y añadió que en sus primeros años le habían enseñado: "Frente al Maligno, non serviam!". Latinajo que él adecuaba de inmediato a la circunstancia para transmitir a los demás comensales su vigoroso pensamiento: "Frente al reformismo, non serviam!". Fuera dudas.Ha llegado el momento de llevar a la práctica tan sagradas expresiones. La alternativa redentora de IU se encuentra bastante maltrecha desde la consulta electoral y, en la mejor tradición comunista, toca entonces buscar los enemigos internos que han bloqueado su avance. Ni capitalismo, ni Maastricht, ni Felipe González; los adversarios reales son ahora el grupo dirigente de Comisiones Obreras y el de Iniciativa per Catalunya, ambos unidos por el pacto sobre pensiones. Pero el primero es hueso duro de roer y Anguita, bastante cobarde políticamente en el cuerpo a cuerpo ideológico, prefiere atacar de flanco tras el intento del último Congreso. Iniciativa per Catalunya es objetivo más fácil, dada la presencia de un cierto malestar interno -manifiesto crítico, con el Guti y Farrés a la cabeza- y la infracción decisiva de lo sagrado que representa el proyecto de extinción pacífica del PSUC.

Llegados a este punto, para algo Stalin ha sido maestro de dirigentes comunistas. Lo esencial es evitar que el proceso democrático en dos etapas, de asamblea de IC y Congreso del PSUC, se desarrolle con normalidad. Hay que destrozarlo desde dentro, y para ello ha ido Anguita a Cataluña, con el amparo de quienes mantienen en cenáculo la llama de la teoría revolucionaria. Espectáculo edificante si no fuera tragicómico, pensando en los pocos militantes que aún quedan del antiguo capital psuquero: una nueva fractura interna como la que Anguita busca y la autodestrucción sería completa. Todo sea, pensará, con tal de evitar que sobreviva un pequeño infierno donde se adore al Maligno reformista. De nuevo la elección racional parece imponerse: Go to Hell!

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