FÚTBOL OCTAVA JORNADA DE LIGA

Deslumbrante noche de Mijatovic

El Madrid aplasta a la Real con un gran juego tras la controvertida. expulsión de Pikabea

Mijatovic abanderó una noche memorable del Madrid, que destrozó a la Real Sociedad con goles y juego. Fue necesario que el Madrid cediera un gol, que la Real se hundiera tras la expulsión de Pikabea, que el equipo se saltara todo el aparato táctico montado por Capello y que Milla pusiera orden, pausa y el toque que habitualmente le falta a su equipo. Cuando el partido demandó el talento de los jugadores, el Madrid, se mostró implacable. Por primera vez, Mijatovic recordó que tiene todo el derecho a la candidatura como mejor jugador europeo. Y a su lado, Suker sacó su lado festivo, el de un jug...

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Mijatovic abanderó una noche memorable del Madrid, que destrozó a la Real Sociedad con goles y juego. Fue necesario que el Madrid cediera un gol, que la Real se hundiera tras la expulsión de Pikabea, que el equipo se saltara todo el aparato táctico montado por Capello y que Milla pusiera orden, pausa y el toque que habitualmente le falta a su equipo. Cuando el partido demandó el talento de los jugadores, el Madrid, se mostró implacable. Por primera vez, Mijatovic recordó que tiene todo el derecho a la candidatura como mejor jugador europeo. Y a su lado, Suker sacó su lado festivo, el de un jugador magnífico que se divierte marcando goles a puñados.El Madrid vino desde atrás para jugar espectacularmente y desbordar a la Real Sociedad, que pasó un trago terrible. Se adelantó la Real Sociedad apenas comenzado el partido, que durante unos minutos fue rápido, casi descontrolado, sin juego en el centro del campo y con bastantes llegadas a las dos áreas. El Madrid, se instaló según su última querencia: se agrupó atrás para ganar la pelota con la presión y alcanzar la portería con pases largos y cruzados. La Real, que gusta de lo mismo, se encontró con la obligación de llevar la iniciativa y de masticar un poco más el juego. Esa propuesta del Madrid ataca a la cultura del equipo, empujado por la historia a dirigir los partidos, a jugar con grandeza incluso en los malos tiempos. Pero Capello ha italianizado el equipo, que espera y sale rápido, como ha hecho la Real Sociedad desde los tiempos de Benito Díaz. Así que el partido empezó contra la historia. El Madrid se tapaba y la Real buscaba.

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Sin embargo, el plan de Capello se fue abajo con el tanto de Kovacevic. El partido andaba dividido y era difícil apreciar la superioridad de un equipo sobre otro. En cualquier caso, la pelota era de la Real Sociedad y sólo por eso tenía una especie de autoridad moral sobre el Madrid. Para acreditarla llegó el gol de Kovacevic, que cabeceó con precisión y elegancia un centro desde la izquierda de De Pedro, un centro espléndido, por otra parte. Ahí terminó el encuentro diseñado en el vestuario. Como tantas otras veces -frente al Deportivo, Betis y Racing-, el Madrid concedió la ventaja a su adversario y tuvo que cambiar de registro. Es una tendencia tan repetida que deslegitima la tesis italianizante de Capello. Desde esa, postura, el Madrid se ha complicado la vida en la mitad de los partidos que ha disputado en la Liga. Desde la otra, desde la necesidad, el Madrid ha salvado la vida en todas las situaciones comprometidos. O sea, cuando el equipo se quita el fajín táctico y se pone a ganar los partidos. El Madrid se preocupa menos entonces de las obligaciones tácticas que de la manera de encontrar el gol. Y eso pasa por la aparición de sus mejores futbolistas. Mijatovic, a la cabeza. Y también pasó por el dictado de Milla en el medio. Milla hizo de Milla: dio sentido al juego madridistas, tocó con criterio y, tan aseado como siempre, ayudó a elaborar la madeja en el centro del campo.

Cuando se somete a la ley del sistema, Mijatovic es un futbolista que vive fuera de su elemento. No hay nada más mortificante en el fútbol que observar el esfuerzo de un jugador atender los deseos de su técnico y contra las propias condiciones naturales. Es el caso de Mijatovic, entregado al duro trabajo de recibir los pelotazos de espaldas a la portería, con los centrales colgados del cuello. Lo hace sacrificadamente, de manera muy profesional, pero no es un hombre feliz. Mijatovic se siente feliz cuando el equipo se suelta y se abre una rendija a la libertad. Eso ocurre cuando el Madrid entra en estado de necesidad y se engancha al talento de gente como Mijatovic, que hizo un partido soberano.

Al Madrid le ayudó le desplome de la Real tras la expulsión de Pikabea. El árbitro convirtió un leve contacto del defensor con Mijatovic en pena capital -expulsión- y desde ese momento el partido entró irremediablemente en la órbita del Madrid. La Real sufrió un impacto de tal calibre que no volvió a aparecer por el partido, que se puso perfecto para el Madrid y especialmente para Mijatovic y Suker. La noche de Mijatovic fue inolvidable., Ayudó en la expulsión de Pikabea, protagonizó el absurdo penalti de Albistegui, marcó dos goles, envió un izquierdazo contra el palo y participó en tres goles más. Su primer tanto fue colosal: amagó y amagó hasta que encontró el sitio para agarrar un remate que entró por la escuadra. Desde ese momento, el Madrid se lanzó a la goleada ante un rival destrozado.

Desde el empate, el Madrid se abandonó al buen fútbol. Se quitó cualquier atadura y se metió a jugar. Y por primera vez se vio que el equipo tiene lo que prometía antes de la temporada: una colección sensacional de grandes futbolistas. Si todos se ponen de acuerdo y Capello les deja, sucede lo de ayer. El Madrid aplastó a la Real con un juego de gran calibre, con acciones hermosísimas, con goles como el quinto, un pase de Mijatovic que Suker cerró con un zurdazo tremendo. Si Mijatovic abanderó la goleada madridista, Suker manifestó los efectos de la liberación. Sin el puño de hierro táctico, Suker es un delantero notabilisimo uno de los mejores del mundo, el futbolista que deslumbró en la Eurocopa. Lo demostró ayer junto a Mijatovic cuando el partido lo exigió. Cuando el Madrid se desitalianizó porque tenía que recuperarse de un resultado adverso. Esa es la verdadera lección del partido.

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