FÚTBOL TERCERA JORNADA DE LIGA

El Rayo se libera contra diez

La expulsión de Juanito, defensor del Extremadura, dio alas al equipo vallecano

El Rayo se reencontró a sí mismo. Volvió el ritmo, una cierta serenidad y, sobre todo, volvieron los goles. Pero tardó 38 minutos en recuperar su imagen. Sólo con la superioridad numérica brindada por la expulsión de Juanito fue capaz el conjunto de Paquito de mostrar un perfil esperanzador.La jugada del minuto 38 determinó el partido. Guilherme entró en el área, intentó sortear al portero y se decretó penalti. Las protestas de los jugadores del Extremadura se saldaron con una tarjeta. Y la cartulina fue para Juanito, que ya acreditaba una.

Hasta ese momento, el Rayo fue un equipo adorm...

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El Rayo se reencontró a sí mismo. Volvió el ritmo, una cierta serenidad y, sobre todo, volvieron los goles. Pero tardó 38 minutos en recuperar su imagen. Sólo con la superioridad numérica brindada por la expulsión de Juanito fue capaz el conjunto de Paquito de mostrar un perfil esperanzador.La jugada del minuto 38 determinó el partido. Guilherme entró en el área, intentó sortear al portero y se decretó penalti. Las protestas de los jugadores del Extremadura se saldaron con una tarjeta. Y la cartulina fue para Juanito, que ya acreditaba una.

Hasta ese momento, el Rayo fue un equipo adormecido. Desconexión total entre defensa y centro del campo, lentitud, agarrotamiento... El Extremadura era la otra cara de la moneda, la pulcritud, el orden, la sensación de peligro. El penalti a Guilherme propició el cambio de papeles y revolucionó el guión.

Con el gol, el Rayo recuperó la confianza en sus propias posibilidades. Ante 10, los jugadores se liberaron y empezaron a dejar que el fútbol fluyera. El segundo gol no tardó más de siete minutos en llegar. Lo consiguió Andrijasevic, el hombre por el que pasan gran parte de las opciones de permanencia del equipo vallecano. Cuando el croata funciona, el Rayo se articula, se recuperan las conexiones. Cuando no está inspirado, la ausencia de liderato provoca disonancias.

En siete minutos, revolución. La guillotina que amenazaba el el cuello de Paquito se esfumaba. La figura de Ameli, Barla y José María se recomponía por momentos. Hasta Radchenko parecía despertar. Los jugadores recuperaban su espacio natural en la cancha.

La segunda mitad fue para el equipo madrileño. Pudo meter al menos cinco goles, pero sólo entró el de Guilherme, un toque de clase y de técnica que ayudará a que el brasileño recupere la autoestima. Talento, está claro que tiene. Su gol, una caricia que entró por la escuadra sobre la media salida de Amador, abre puertas a la esperanza entre la afición. Las tardes de goles en Vallecas son ya una realidad. Aunque sea contra 10.

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