"Me miraba y no pude salvarle"

"La madre del niño me miraba a mí y no pude salvarle". "Fue como una ola gigantesca". "No podíamos hacer nada". A las 7.45 de ayer, el paraje donde estaba situado horas antes el cámping Las Nieves era el escenario de la desolación.Los que habían logrado escapar del embate súbito de las aguas intentaban saber algo de familiares o amigos, mientras los equipos de rescate seguían luchando por encontrar supervivientes. Ramón, de 38 años, relata angustiado cómo un niño había sido engullido aguas abajo, mientras su madre le miraba y gritaba: "¡Salve a mi hijo! ¡Sálvelo!". Pero le faltaron unos centím...

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"La madre del niño me miraba a mí y no pude salvarle". "Fue como una ola gigantesca". "No podíamos hacer nada". A las 7.45 de ayer, el paraje donde estaba situado horas antes el cámping Las Nieves era el escenario de la desolación.Los que habían logrado escapar del embate súbito de las aguas intentaban saber algo de familiares o amigos, mientras los equipos de rescate seguían luchando por encontrar supervivientes. Ramón, de 38 años, relata angustiado cómo un niño había sido engullido aguas abajo, mientras su madre le miraba y gritaba: "¡Salve a mi hijo! ¡Sálvelo!". Pero le faltaron unos centímetros para alcanzarle.

Los campistas coinciden. Llegó de pronto una lengua de agua gigantesca que arrasó tiendas de campaña e inundó coches y caravanas antes de arrastrarlos. Muchos vieron la dramática navegación de los vehículos sin poder hacer nada para ayudar a sus ocupantes.

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Soldados, guardias civiles y voluntarios de Biescas pelearon toda la noche para conseguir recuperar, en la mayor parte de los casos, cuerpos sin vida, mientras se preguntaban: "¡Dios mío! Pero ¿qué ha pasado?". El enviado especial de EL PAÍS, , vivió con supervivientes y voluntarios un amanecer de desconcierto e impotencia en el valle de Tena.

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