Editorial:

La clave Lébed

EL GENERAL Alexandr Lébed es el político ruso más cortejado del momento. Con casi un 15% de los votos, ha conseguido un sorprendente tercer lugar en la primera vuelta de las elecciones presidenciales celebradas el domingo en Rusia y se ha convertido en clave para la segunda vuelta. Los resultados le habrán dejado un amargo sabor al presidente-candidato, Borís Yeltsin. Ha quemado muchos de sus cartuchos en su esfuerzo por conseguir la mayoría absoluta al primer intento, pero al final sólo ha logrado distanciar en tres puntos al que ya se anunciaba como único rival, el comunista Guennadi Ziugáno...

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EL GENERAL Alexandr Lébed es el político ruso más cortejado del momento. Con casi un 15% de los votos, ha conseguido un sorprendente tercer lugar en la primera vuelta de las elecciones presidenciales celebradas el domingo en Rusia y se ha convertido en clave para la segunda vuelta. Los resultados le habrán dejado un amargo sabor al presidente-candidato, Borís Yeltsin. Ha quemado muchos de sus cartuchos en su esfuerzo por conseguir la mayoría absoluta al primer intento, pero al final sólo ha logrado distanciar en tres puntos al que ya se anunciaba como único rival, el comunista Guennadi Ziugánov. La verdadera lucha empieza ahora, y en esta situación, el apoyo de Lébed puede inclinar el fiel de la balanza en uno u otro sentido.En general, estas elecciones han reproducido la división entre dos Rusias que quedó patente en las elecciones parlamentarias de diciembre pasado. Las zonas que más se han beneficiado del cambio económico han votado a favor de la reforma. Es decir, de Yeltsin. Las más castigadas por la transición hacia una economía de mercado han apoyado cierta vuelta atrás representada por Ziugánov. Este ha logrado un nivel de apoyo incluso superior al de 1995, pese al abuso del control sobre los medios de comunicación y de la chequera estatal que ha ejercido sin mayor escrúpulo Yeltsin. Éste, por su parte, se ha visto perjudicado por la alta abstención, fruto de un creciente descreinúento político que no resulta un buen augurio.

Es previsible que los votos del reformista Yavlinski vayan, aunque de mala gana, en apoyo de Yeltsin por militancia anticomunista, y que los del ultranacionalista Zhirinovski se vuelquen hacia Ziugánov en una segunda vuelta que, debería celebrarse el último domingo de junio o el primero de julio. No está tan claro lo que vaya a suceder con los votos de Lébed. El carismático general ha basado su campaña en el patriotismo y en la mano dura contra el crimen y la corrupción. Aunque ha terminado por adherirse a la liberalización de la economía, él mismo reconoce que su electorado es básicamente comunista. No es fácil, por tanto, prever su comportamiento en la segunda vuelta. Ahora bien, Lébed, militar pasado a político y en busca de un destino, sabe también que su tercer puesto y su edad, 46 años, le permiten aspirar a ser en un futuro próximo el tapado de Yeltsin, algo que el propio presidente ha dejado entrever. Lo que plantea serias dudas es que Yeltsin -cuyo entorno habría ayudado a financiar la campaña de Lébed- responda a la renovación moral que el general reclama.

Yeltsin y Ziugánov van a luchar ahora por ocupar el terreno electoral logrado por Lébed. En este empeño, Ziugánov tenderá a suavizarse, mientras Yeltsin apelará al voto del miedo, al tiempo que enarbola la bandera del patriotismo y hace guiños a su izquierda. No hay que descartar incluso cambios inmediatos en el Gobierno y en el entorno presidencial para incorporar al propio Lébed.

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En todo caso, el escrutinio parece haber sido limpio en términos generales. Debe seguir siéndolo en una segunda vuelta. Los resultados del domingo crean incertidumbre, pero Yeltsin aún tiene grandes posibilidades de triunfar, como ha reflejado alguna encuesta a la salida de los colegios electorales. En esta situación, lo mejor que puede hacer Occidente es mantener la respiración y no inmiscuirse en el proceso electoral. Cualquier otro gesto podría ser mal recibido por una población muy recelosa hacia el exterior. Finalmente, hay que resaltar el patético resultado cosechado por Mijaíl Gorbachov. Con el 0,5% de los votos, ha hecho el ridículo. Cuando uno ha entrado en la historia, es mejor quedarse en ella.

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