Un buen gestor de la decadencia del Milan

Capello se marcha del Milan con el sentimiento de haber sido traicionado por Berlusconi. Cinco años en los que ha exprimido al máximo la decadencia del Milan -cuatro Ligas, una Copa de Europa- no le han valido para ser confirmado una temporada más. No le han valido, sobre todo, para vencer en su duelo personal infinito e imposible, con Sacchi, un hombre de su misma edad, de su misma profesión, pero nada más.Capello no tenía ni la magia ni la fascinación suficientes para encarnar los sueños de gloria de Berlusconi. Así que cuando el magnate italiano se hizo dueño del Milan en 1986, dejó que el ...

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Capello se marcha del Milan con el sentimiento de haber sido traicionado por Berlusconi. Cinco años en los que ha exprimido al máximo la decadencia del Milan -cuatro Ligas, una Copa de Europa- no le han valido para ser confirmado una temporada más. No le han valido, sobre todo, para vencer en su duelo personal infinito e imposible, con Sacchi, un hombre de su misma edad, de su misma profesión, pero nada más.Capello no tenía ni la magia ni la fascinación suficientes para encarnar los sueños de gloria de Berlusconi. Así que cuando el magnate italiano se hizo dueño del Milan en 1986, dejó que el tecnócrata y el sueco Liedholm -herencia de la era Farina- clasificaran al equipo para la Copa de la UEFA y después se enamoró de Sacchi. La incompatibilidad entre los dos hombres que han cubierto los nueve años de la era Berlusconi fue instantánea. Capello, que se había refugiado en los equipos inferiores del Milan esperando caer en gracia a Sacchi, cayó en desgracia y se dispuso a vivir su travesía del desierto como gerente de la recién constituida asociación polideportiva Mediolanum. Cuatro años lejos de Milanello.

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Sacchi cayó en la maldita noche marsellesa del 20 de marzo de 1991. El técnico está agotado, seguro de que su equipo no va a volver a fascinar. Pide a Berlusconi manos libres para reinventar otra vez el Milan, para desembarazarse del acabado y caprichoso Van Basten, símbolo de una época. Pero Berlusconi, harto de un técnico tan valiente como poco maleable, dice basta y recupera al oscuro Capello con una petición bien precisa: "Gestiona la decadencia, alarga al máximo la vida de este Milan".

Sacchi ha sido el inventor genial y Capello un trabajador aplicado. Mientras uno se regía por una ética del trabajo en la que no eran declaraciones vacías las frases "debemos dar el máximo y después respetar el resultado" y "que venza el mejor", Capello, cocinero antes que fraile y técnico tradicionalista, supo sacar provecho de los deseos de venganza de un buen plantel de jugadores y, sobre todo, de una línea defensiva que ha permanecido inalterable a lo largo de estos años, la formada por Tassoti, Costacurta, Baresi y Maldini. Se ha beneficiado también de una política de fichajes agresiva, en la que el Milan llegó a contar con seis extranjeros a un tiempo. Pero los hombres mágicos, léase Savicevic y Baggio, lo han pasado mal con Capello.

Aparentemente, los registros de Capello son superiores a los de Sacchi, pero la realidad es diferente. Sacchi conquistó en sus cinco años como técnico milanista una Liga, dos Copas de Europa y dos Intercontinentales, y lo hizo de la forma que quería Berlusconi, dando espectáculo y creando escuela. Europa se rindió a sus pies, una metáfora simbolizada. en un Santiago Berbabéu aplaudiendo al Milan. Los triunfos de Capello han tenido un carácter más doméstico. Exceptuando la final de Atenas contra el Barcelona, el nuevo técnico del Real Madrid no ha sabido conquistar el mercado internacional: dos finales de Copa de Europa y dos de Intercontinental perdidas. Esto ha sido su condena: ahora Europa habla del Ajax y no del Milan.

Por eso el candidato para sustituirle es un hombre como el uruguayo Óscar Tabarez, en quien Berlusconi busca el compendio. Es decir, un hombre mitad Sacchi, mitad Capello.

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