Editorial:

Enhorabuena por el programa

LUIS CARLOS Rejón, coordinador de Izquierda Unida en Andalucía, ha presentado la dimisión, y esto parece haber sentado mal en el entorno de Julio Anguita. Es comprensible. Rejón es una especie de Anguita llevado hasta sus últimas consecuencias. Pero no, como quisieran arribos, por su resistencia heroica a los cantos de sirena de los socialistas, sino por su sectarismo extremo: el que se expresa en la doctrina de Anguita de las dos orillas, que considera al PP y al PSOE hermanos gemelos, y que Rejón llevó a la práctica en apoyo implícito de la estrategia de la derecha. El electorado andaluz cas...

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LUIS CARLOS Rejón, coordinador de Izquierda Unida en Andalucía, ha presentado la dimisión, y esto parece haber sentado mal en el entorno de Julio Anguita. Es comprensible. Rejón es una especie de Anguita llevado hasta sus últimas consecuencias. Pero no, como quisieran arribos, por su resistencia heroica a los cantos de sirena de los socialistas, sino por su sectarismo extremo: el que se expresa en la doctrina de Anguita de las dos orillas, que considera al PP y al PSOE hermanos gemelos, y que Rejón llevó a la práctica en apoyo implícito de la estrategia de la derecha. El electorado andaluz castigó esa política con su voto el 3-M, por lo quela dimisión de Rejón es bastante lógica. Sin embargo, no consta que con anterioridad al veredicto electoral se hubieran producido en la dirección andaluza de IU voces discordantes con la línea aplicada. Tampoco consta que desde la dirección nacional se advirtiera del desastre que se avecinaba, ni siquiera cuando el rechazo de un preacuerdo sobre los Presupuestos para 1996 obligó a Chaves a convocar elecciones anticipadas. Si hay motivos, por tanto, para dimisiones, no hay muchos dirigentes libres en la dírección de IU para tirar la primera piedra. Desde luego, no entre los principales impulsores de la carta que ha precipitado la dimisión de Rejón.El episodio ha coincidido con el triunfo electoral de los ex comunistas italianos del PDS. Hace ahora seis años, el viejo PCI, dirigido por Achille Occhetto, celebró su congreso de refundación, en el que se oficializó la renuncia a las siglas y dogmas clásicos del comunismo y la adhesión expresa a los principios del socialismo democrático. Anguita despachó el asunto diciendo que aquí no hacían falta refundaciones porque las ideas comunistas eran "más necesarias que nunca". Aseguró que, por lo demás, ya existía IU como lugar de encuentro de toda la izquierda real: socialistas no vendidos, comunistas auténticos y movimientos sociales. Los mediocres resultados obtenidos por Occhetto en las primeras elecciones celebradas tras el cambio de nombre fueron para Anguita la prueba de que nada tenía él que aprender de sus ex compañeros italianos.

El dirigente crítico de IU Diego López Garrido ha considerado "no sólo lógica, sino necesaria", la dimisión de Rejón, invitando a otros miembros de la dirección a aplicarse el cuento. Plantear ahora la dimisión de Anguita sería una locura, se dice. Pero tal vez no fuera tan incoherente. Como oportuno sería revisar, a la luz de la evidencia andaluza y de la lección italiana, la autocomplaciente doctrina según la cual la verdad es única y se expresa en el programa, mientras que el error es múltiple y reside en la otra orilla.

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