Editorial:

Una larga clase de ética

SE FUE como había vivido, con esa discreción y esa modestia que nunca le impidieron ser un valiente del pensamiento y un maestro de la tolerancia. José Luis López Aranguren murió a los 87 años, después de una vida en la que dio a los españoles lecciones de todas estas virtudes. Su frágil cuerpo albergaba una mente llena de energía intelectual, profunda curiosidad por el hombre y el mundo y tanta piedad como respeto por el prójimo. Era lo que se llama un hombre bueno. Como tal vivió su cristianismo heterodoxo y como tal formó en la disciplina del pensar, en el conocimiento de la filosofía y en ...

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SE FUE como había vivido, con esa discreción y esa modestia que nunca le impidieron ser un valiente del pensamiento y un maestro de la tolerancia. José Luis López Aranguren murió a los 87 años, después de una vida en la que dio a los españoles lecciones de todas estas virtudes. Su frágil cuerpo albergaba una mente llena de energía intelectual, profunda curiosidad por el hombre y el mundo y tanta piedad como respeto por el prójimo. Era lo que se llama un hombre bueno. Como tal vivió su cristianismo heterodoxo y como tal formó en la disciplina del pensar, en el conocimiento de la filosofía y en la cultura de la libertad a generaciones de estudiantes españoles.Nada más lógico que la dictadura franquista lo honrara erigiéndolo en peligroso enemigo y arrebatándole la cátedra en la Universidad Complutense. Pero, a diferencia de otros grandes españoles represaliados, López Aranguren vivió lo suficiente para poder gozar del reconocimiento general de su pueblo. Y para darnos lecciones de dignidad y honestidad intelectual. Hasta su despedida, tras la larga clase de ética que ha sido su vida.

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