La viuda tiene de vecino al homicida

Un enajenado absuelto vuelve a vivir al mismo portal en el que habita la familia de su víctima BLANCA CIA / IMMA MARTOSBarcelona / Vilafranca

Cándido Márquez Bueno ni se inmutó cuando le comunicaron el lunes pasado, en la cárcel Modelo, que podía salir de allí. Que estaba libre. Parecía no entender lo que le estaba ocurriendo. Al menos, ésa fue la impresión de las personas que presenciaron la notificación al preso.Cándido era uno de los internos de la enfermería de la prisión desde que ingresó, en enero de 1995, por haber matado a un vecino suyo, Manuel Jiménez, de Vilafranca del Penedés. Como él mismo contó hace pocos días ante el tribunal de la Sección Quinta de la Audiencia de Barcelona, que le juzgó, no tuvo motivo alguno para m...

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Cándido Márquez Bueno ni se inmutó cuando le comunicaron el lunes pasado, en la cárcel Modelo, que podía salir de allí. Que estaba libre. Parecía no entender lo que le estaba ocurriendo. Al menos, ésa fue la impresión de las personas que presenciaron la notificación al preso.Cándido era uno de los internos de la enfermería de la prisión desde que ingresó, en enero de 1995, por haber matado a un vecino suyo, Manuel Jiménez, de Vilafranca del Penedés. Como él mismo contó hace pocos días ante el tribunal de la Sección Quinta de la Audiencia de Barcelona, que le juzgó, no tuvo motivo alguno para matarle.

Aquel día se vistió con un traje de camuflaje, cogió su escopeta de caza y salió a la calle. Disparó en dos bares y luego, ya en la calle, se encontró con su vecino Jiménez. "Hola", saludó éste. La respuesta no pudo ser más dramática: un disparo en la cabeza.

Tan claro era el caso que su abogado, Xavier Gràcia, solicitó al tribunal que lo absolviera, pero ordenara su ingreso en un psiquiátrico. Sin embargo, los jueces le han dejado en libertad. Ni la pena de 27 años de cárcel que pidió el fiscal. Ni el internamiento que solicitó la propia defensa. Nada de nada. Como única cautela, le prohíben el uso y la licencia de armas.

A la espera de saber cuál es el razonamiento de la sentencia -que tiene que ser absolutoria-, la sorpresa es general. Y el temor. De la familia del fallecido, que vive en el mismo bloque de pisos que el agresor; de la propia familia de Cándido -sus padres son mayores y no saben qué hacer ahora, porque reconocen que no pueden controlarle- y de buena parte de la población de Vilafranca.

Assumpta Jiménez, hermana de la víctima, está abatida por la decisión de la Audiencia. "Siento estupor, no sé, depresión, impotencia. Es algo muy fuerte. No puedo entenderlo", decía ayer con un hilo de voz. "¿Por qué condenados en casos que afectan a la propiedad privada se pasan cuatro o cinco años en la cárcel, y Cándido, que ha matado a una persona, sale libre al cabo de un año?", se preguntaba. "La justicia ha sido muy irresponsable. No entiendo en qué se ha podido basar para resolver un caso de esa manera. Cándido necesita un tratamiento y, sin embargo, ha salido de la cárcel tal cual", añade Assumpta Jiménez. Bajo tratamiento estaba, por lo menos en la prisión, donde le suministraban haloperidol, un fármaco utilizado en psiquiatría que provoca una sedación psicomotora. Se trata de un tranquilizante bastante potente.

Que su estado mental no es el de una persona normal lo sabe su propia familia. El martes, 24 horas después de que Cándido regresara a casa, su hermano no supo llegar a ninguna conclusión sobre cuál era el estado de Cándido después de pasear un rato con él por el pueblo.

Tras superar la sorpresa, la hermana y la viuda de la víctima fueron a hablar con la familia de Cándido. "Me parecieron muy asustados. Creo que tienen miedo de todo. Para ellos es una gran responsabilidad tener de nuevo a Cándido en casa", comentaba la hermana del fallecido. Y no han olvidado lo que ocurrió tras el asesinato. Al volver a casa, Cándido intentó suicidarse con el cinturón.

El desconcierto es general. "Le han retirado el permiso de armas, pero vete a saber lo que podría hacer armado con un buen cuchillo", señalaba enfadado un vecino. El Ayuntamiento de Vilafranca, consciente del pánico de la viuda y la hija del fallecido, les ha ofrecido una vivienda provisional para evitar por lo menos el encuentro con Cándido.

Y ante tanto revuelo, Joan Francesc Uría, uno de los magistrados del tribunal que ha dejado en libertad a Cándido Márquez, se limitaba ayer a comentar: "Es un problema de asistencia social". La decisión era motivo de comentario general en los pasillos de los juzgados. La pregunta era obligada: "Y si vuelve a matar, ¿quién será el responsable?".

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