El Rayo acaba con la racha de la Real

El juego de Castillo y el marcaje de Cortijo a Karpin, claves de la victoria

Amaneció Ezequiel Castillo sumergido en un incontrolado estado de excitación futbolística, con todo el ingenio del mundo cosido a sus botas. Y Marcos Alonso, que lo advirtió a tiempo, le regaló en exclusiva la dirección del Rayo. Dejó a Ezequiel en el círculo central, le entregó la pelota y le puso a manejar la jornada. A conducir al Rayo hasta su mejor actuación de la temporada.Tal fue la exhibición de Castillo, y a su lado la de todo el Rayo, que el mejor equipo del año 1996 quedó empequeñecido, arrugado y consumido. La Real Sociedad no fue el mismo conjunto que se había paseado con autorida...

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Amaneció Ezequiel Castillo sumergido en un incontrolado estado de excitación futbolística, con todo el ingenio del mundo cosido a sus botas. Y Marcos Alonso, que lo advirtió a tiempo, le regaló en exclusiva la dirección del Rayo. Dejó a Ezequiel en el círculo central, le entregó la pelota y le puso a manejar la jornada. A conducir al Rayo hasta su mejor actuación de la temporada.Tal fue la exhibición de Castillo, y a su lado la de todo el Rayo, que el mejor equipo del año 1996 quedó empequeñecido, arrugado y consumido. La Real Sociedad no fue el mismo conjunto que se había paseado con autoridad y orden durante los últimos partidos. El grupo de Irureta esta vez no fue nadie. Su impresionante racha (tres victorias consecutivas y 12 encuentros seguidos sin perder) se fue al garete en Vallecas. Y sus opciones de irrumpir en Europa en el próximo ejercicio puede que también. Dejando a un lado la conducción de Ezequiel, el triunfo del Rayo se fraguó en las entrañas de su vestuario, en la pizarra de Marcos Alonso. Sobre todo, en una de sus instrucciones: el marcaje estrecho sobre Karpin. Cortijo debía pegarse a él y seguirle hasta el cuarto de baño si fuera necesario. La orden era clara: Karpin, por cuyos zapatos acostumbran a pasar todos los ataques de su equipo, no podía tocar la pelota. Y así sucedió. Cortijo Se lo prohibió todo a Karpin y la Real, incapaz de descubrir otra vía por donde agarrarse, acabó sometida.

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Cortijo-Karpin, el partido quedó convertido en un diez contra diez. El trueque favoreció al Rayo, que logró corregir así la sensación de inferioridad con la que apareció por la cita. Para reforzar los problemas del adversario, el equipo vallecano decidió ejercer una presión generosa y coordinada sobre él en cuanto conseguía la pelota. La Real acumuló un montón de problemas con el balón.

Perdida su referencia clásica (Karpin), la Real lo intentó por los costados. Pero tampoco. Marcos Alonso también acertó a blindar las orillas. El grupo donostiarra no logró meterse en el partido ni por la derecha, con el ala Fuentes-Luis Pérez bien candada por Alcázar y Barla. Ni pudo hacerlo por su mejor orilla, la izquierda, la que forman Aranzábal-De Pedro, cerrada herméticamente por Cota y Calderón (jugó por la derecha para hacer dudar a Aranzábal de la conveniencia de subir al ataque y dejarle suelto atrás).

Encontrada una buena estrategia defensiva y ejecutada después a la perfección, al Rayo sólo le quedaba adivinar el camino bueno para su ataque. La mañana inspirada de Ezequiel Castillo, siempre apoyado por el trabajo entre líneas de Aquino, redujo las dificultades por este lado. Y el Rayo, al fin, juntó dos victorias seguidas. Con ella, ha pegado un buen salto en la tabla. Los lugares de abajo, los que señalan hacia Segunda División, parecen ahora muy lejanos.

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