Tribuna

El exigente examen inglés

La hinchada inglesa lleva años prendada exclusivamente de sus competiciones locales. La Liga y la Copa por encima de todo. Más allá del Canal apenas concede raigambre a ninguna cita. Su equipo nacional no aglutina pasiones incendiarias y el público se dispersa entre un mosaico de clubes ancestrales. Bien es cierto que Inglaterra hace años que no tiene argumentos de peso en el concierto internacional. Y tampoco es menos cierto que el equipo que dirige Terry Venables se ha convertido en un escaparate de las carencias del fútbol inglés, anclado en el pasado. Incapaz de progresar táctica y concept...

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La hinchada inglesa lleva años prendada exclusivamente de sus competiciones locales. La Liga y la Copa por encima de todo. Más allá del Canal apenas concede raigambre a ninguna cita. Su equipo nacional no aglutina pasiones incendiarias y el público se dispersa entre un mosaico de clubes ancestrales. Bien es cierto que Inglaterra hace años que no tiene argumentos de peso en el concierto internacional. Y tampoco es menos cierto que el equipo que dirige Terry Venables se ha convertido en un escaparate de las carencias del fútbol inglés, anclado en el pasado. Incapaz de progresar táctica y conceptualmente. Pero ya no tiene remedio. La Eurocopa amplificará el estado del fútbol británico y las dudas invaden a la afición.Hace un par de temporadas los clubes de la Premier League cayeron en manos de grandes magnates. Los equipos sacaron el talonario y acudieron en busca de extranjeros que dulcificaran un poco su tosco juego. Así han ido aterrizando grandes peloteros: Cantona, Ginola, Bergkamp, Gullit, Degryse, Brolin, Juninho, Helder, Roy...

Todos ellos jugadores sutiles, imaginativos. Con un perfil radicalmente opuesto al prototipo británico. ¿Cómo comparar al llegante Cantona con los tiburones aéreos que campean por las áreas inglesas? La hinchada ha ido descubriendo una nueva cartelera. Su fútbol pundonoroso, directo y vertical, tiene ahora nuevos ingredientes y como consecuencia el debate ha engullido al equipo nacional. Venables lleva dos años de probaturas, lo que ha provocado un variopinto baile de futbolistas por Wembley. El ex técnico azulgrana se ha topado con unos cimientos demasiado apuntalados. No encuentra sutilezas en la hucha británica. El equipo sigue armado con defensas centrales propios de desfiles de gigantes y cabezudos (Adams, Pallister) y delanteros de escasa destreza, aunque de enorme calado local (Shearer, Wright, Ferdinand, Sheringham).

Los jugadores más luminosos están al borde la retirada (Beardsley, Waddle), viven al borde del precipicio a causa de su espíritu díscolo y rocambolesco (Le Tissier, Gascoigne) o están alienados por su inexperiencia internacional (Sharpe, McManaman, Redknapp, Barmby). Demasiados inconvenientes para que Venables meta el bisturí en las raíces británicas para afrontar con garantías una Eurocopa tan exigente. Con los focos sobre la Isla, el equipo afronta su mayor reto desde 1966, cuando levantó la Copa del Mundo. Treinta años después, está en juego la superviviencia del fútbol más polvoriento del continente.

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