Tribuna

No hace falta ser amigos

En Brasil hay quien se queja porque algunos jugadores celebran los goles de manera muy confianzuda: se besan, se abrazan y hasta echan mano a las partes más sensibles, propias o ajenas. En Mónaco ocurre lo contrario. El problema de la Asociación Deportiva Mónaco es que los jugadores tienen pocos goles que celebrar, y cuando los hay, ni se miran. O, si se miran, es para insultarse. El ambiente en el equipo "es incomprensiblemente malo", según el entrenador, Jean Tigana.Las razones del malestar son oscuras. La temporada empezó con dos victorias y fútbol ofensivo. "El objetivo es ser campeones", ...

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En Brasil hay quien se queja porque algunos jugadores celebran los goles de manera muy confianzuda: se besan, se abrazan y hasta echan mano a las partes más sensibles, propias o ajenas. En Mónaco ocurre lo contrario. El problema de la Asociación Deportiva Mónaco es que los jugadores tienen pocos goles que celebrar, y cuando los hay, ni se miran. O, si se miran, es para insultarse. El ambiente en el equipo "es incomprensiblemente malo", según el entrenador, Jean Tigana.Las razones del malestar son oscuras. La temporada empezó con dos victorias y fútbol ofensivo. "El objetivo es ser campeones", decía Tigana por entonces. Pero los siguientes resultados fueron mediocres, se apagó la mecha del ataque y algo pasó en el vestuario, Flor alguna razón, los jugadores procedentes del Marsella. (el portero Fabien Barthez, el defensa Eric di Meco y el delantero brasileño Anderson, da Silva) dejaron de hablar a sus compañeros, quienes, a su vez, acumularon las trifulcas entre ellos. Enzo Scifo, presunto líder del colectivo, se autoimpuso el silencio. Más de un entrenamiento acabó a bofetones, si n que nadie lograra explicarse la razón de tanta bronca.El ex internacional Tigana, harto de predicar la paz en el desierto, emprendió su propia guerra contra los árbitros.

Para mayor complicación, hace dos semanas, el arquero Barthez dio positivo en un control antidrogas. Fue un disgusto añadido a tres derrotas consecutivas que arrastraron al Mónaco hasta lo que llaman la "zona templada" de la clasificación, en realidad la más fría.

El viernes, en el derbi contra los vecinos del Niza, Anderson marcó con un elegante lanzamiento de falta. Y ocurrió el prodigio, relatado al término del encuentro por un eufórico Jean Tigana: "Vi que uno le daba. una palmada en la espalda al brasileño, y otros sonreían, y aunque sé que nuestros males no están solucionados, creo que desde ese momento empezamos a remontar la situación". Partido ganado por la mínima y palmada en la espalda al goleador. Más sobriedad, imposible. Ahora sólo falta que se aplique la reflexión del defensa Di Meco: "No es necesario que seamos amigos, bastará con que seamos conscientes de que, nos guste o no, jugamos

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