FUTBOL FIN DE LA FASE PREVIA DE LA EUROCOPA

España golea a un precio muy alto

Tras un apagón de media hora, Nadal fue expulsado ante Macedonia y Alfonso se lesionó

España celebró el fin de fiesta con una goleada centelleante, pero pagó por ella un alto precio. Perdió a Nadal, expulsado, para su debú en la fase final de la Eurocopa, y acabó con Alfonso en el hospital, lesionado en el peroné. Todo ello después de un primer tiempo eterno (una hora y 17 minutos: 47 de juego y 30 de espera por culpa de un supuesto apagón) que amenazó seriamente con mandar la ceremonia al garete. El partido había nacido vacío de trascendencia, pero murió con demasiadas noticias que lamentar.Salió el grupo de Clemente decidido a pegarse un homenaje. Arrinconó a Macedonia en los...

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España celebró el fin de fiesta con una goleada centelleante, pero pagó por ella un alto precio. Perdió a Nadal, expulsado, para su debú en la fase final de la Eurocopa, y acabó con Alfonso en el hospital, lesionado en el peroné. Todo ello después de un primer tiempo eterno (una hora y 17 minutos: 47 de juego y 30 de espera por culpa de un supuesto apagón) que amenazó seriamente con mandar la ceremonia al garete. El partido había nacido vacío de trascendencia, pero murió con demasiadas noticias que lamentar.Salió el grupo de Clemente decidido a pegarse un homenaje. Arrinconó a Macedonia en los primeros compases y trató de sobrevivir a sus tarascadas, casi siempre firmadas por dos tipos de idéntico apellido, Jovanovski. Uno, anudado a Kiko y el otro, a Pizzi. La fórmula no impidió que España llegara con claridad y frescura en ese tramo inicial. Sobre todo, por las bandas, donde Amavisca y Manjarín provocaban un sinfin de líos al rival con sucesivas rotaciones de derecha a izquierda. Llegó el gol de Kiko, que conmemoró su regreso a la selección con un cabezazo, ese arma desconocida de la que se ha provisto esta temporada, y llegó una rueda de ocasiones. El juego era de ida, nunca de vuelta. Y Zubizarreta no estaba.

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Todo marchaba, pues, con el aire festivo previsto. Y entonces surgió lo que nadie esperaba: un apagón, que paralizó el encuentro durante media hora. Un cable se quemó, por sobrecarga de potencia según la mayoría de las versiones, y una fase de la iluminación del estadio se vino abajo. Lo cierto es que se veía, y que el bando español quiso seguir, pero Celeski, guardameta y capitán de Macedonia, no estuvo por la labor. Y el árbitro, que temía no ver con claridad las jugadas conflictivas, tampoco. No libró al partido del frenazo ni el esfuerzo de la hinchada, de coña toda la noche, que trató de compensar la avería con unas cuantas ráfagas de mecheros. Ni por esas. Doce minutos después de la interrupción, los jugadores decidieron soportar la espera en los vestuarios. Y, finalmente, a la media hora, cuando la paciencia del personal estaba a punto de agotarse las cosas volvieron a su sitio. O eso parecía.

La demora devolvió otro partido, sin transmisión abajo, en el césped, ni arriba, en las gradas. Macedonia apareció como enfurecida, dispuesta a dejar recuerdos entre los jugadores españoles. Alkorta, Sergi, Caminero... Todos se llevaron su ración. Parecían fuera de sí, descontrolados. En realidad, igual sensación ofrecieron los de Clemente, pero de manera más pacífica. Por ahí llegó la expulsión de Nadal, cuando lanzó al aire una mano absurda siendo el último defensor. Un error de concentración. Evitó una supuesta ocasión de gol, pero dejó un peaje excesivo: perderse el primer encuentro de la fase final de la Eurocopa.

Clemente reconstruyó el equipo. Sacó a Ferrer por Amavisca y envió a la izquierda a Caminero, al principio organizador junto a Donato. La medida no devolvió el timón a España. Macedonia quiso exprimir su superioridad numérica. Estiró líneas y hasta remató a puerta. El ovetense Stojkovski llegó a lanzar un balón a la madera.

Entonces, un gesto mágico de Alfonso rescató a España de su estado depresivo. Manjarín le propuso una pared y el bético la aceptó con un taconazo precioso, cargado de buen gusto e intención. Manjarín correspondió al detalle con un zurdazo fabuloso. El equipo de Clemente volvió al escenario festivo del comienzo. Se encendió otra vez el graderío y, por momento, el juego local. El gol final de Caminero, de rebote, remató la faena.

España redondeó una fase previa ejemplar: ocho victorias, dos empates y ninguna derrota; 24 goles a favor y cuatro en contra. Números incontestables.

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