El discreto encanto de la monarquía

La reina Isabel debe de ser la mayor experta en mantener conversaciones delicadas. No por nada, mantuvo encuentros semanales con Margaret Thatcher durante 11 años. Pero las reglas son bastante sencillas. Ante un obispo aburrido o un lúgubre duque, la Reina puede encontrar alguna excusa fácil para librarse de su presencia. Sin embargo, con las conversaciones telefónicas no es tan sencillo. No se, puede pedir disculpas e irse al excusado cuando al otro lado de la línea hay una persona extraña, sobre todo cuando se piensa que es el primer ministro canadiense. Es en estas situaciones en las que es...

La reina Isabel debe de ser la mayor experta en mantener conversaciones delicadas. No por nada, mantuvo encuentros semanales con Margaret Thatcher durante 11 años. Pero las reglas son bastante sencillas. Ante un obispo aburrido o un lúgubre duque, la Reina puede encontrar alguna excusa fácil para librarse de su presencia. Sin embargo, con las conversaciones telefónicas no es tan sencillo. No se, puede pedir disculpas e irse al excusado cuando al otro lado de la línea hay una persona extraña, sobre todo cuando se piensa que es el primer ministro canadiense. Es en estas situaciones en las que es necesario el discreto encanto de la monarquía. La conversación telefónica de 17 minutos mantenida entre la Reina y un disc jockey canadiense que se hizo pasar por el primer ministro de Canadá ofrece un ejemplo de esta rara habilidad. (...) Cuando la conversación tocó temas políticos, la Reina jugó su papel con cautela, aceptando hacer un llamamiento a la unidad de Canadá antes del referéndum sobre la autonomía de Quebec. ( ... ) Quizás lo más, sorprendente del extraño episodio y lo que da más seguridad es, descubrir un personaje que parece que dice en privado lo mismo que dice en público. Es una pena, que la mayoría de los medios de comunicación británicos hayan censurado la retransmisión de esta conversación. ( ... ) Podría ser un buen ejemplo para la menos discreta técnica telefónica de su hijo y heredero., 30 de octubre