Tribuna:LOS SECRETOS DEL MANZANARES

El motor de la Venganza

Hay treinta maneras de interpretar el aparatoso despegue del Atlético de Madrid y detrás de casi todas despunta la figura de Radomir Antic. También se puede explicar de treinta formas diferentes el éxito del entrenador del Atlético y una de ellas es el estado de venganza que anima la actividad de Antic, un hombre que ha adquirido su perfil más interesante tras su despido del Real Madrid en febrero de 1992. Desde entonces, Antic vive volcado en un desafío personal de carácter revanchista, una cruzada que ha multiplicado su ambición, su energía y su deseo de reivindicacion.Antic consideró que su...

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Hay treinta maneras de interpretar el aparatoso despegue del Atlético de Madrid y detrás de casi todas despunta la figura de Radomir Antic. También se puede explicar de treinta formas diferentes el éxito del entrenador del Atlético y una de ellas es el estado de venganza que anima la actividad de Antic, un hombre que ha adquirido su perfil más interesante tras su despido del Real Madrid en febrero de 1992. Desde entonces, Antic vive volcado en un desafío personal de carácter revanchista, una cruzada que ha multiplicado su ambición, su energía y su deseo de reivindicacion.Antic consideró que su destitución fue un acto arbitrario e injusto. Para un entrenador que siempre había proclamado la prevalencia de los resultados sobre cualquier otra cosa, su argumento era impecable: el Madrid encabezaba el campeonato con tres puntos de ventaja sobre el segundo clasificado. La herida del cese fue profunda como un boquete. Antic se sintió humillado, preso de un desgarro que finalmente ha terminado por actuar como motor de su carrera. Se diría que el Madrid y lo que representa es la obsesión que consume a Antic.

La impresión es que Antic se mueve desde hace tres años por un deseo revanchista, muy legítimo por otra parte. Por simplificarlo: dirige a su equipo, pero entrena contra el Madrid, contra la institución que le maltrató, contra los entrenadores que le sucedieron y, como ocurre en las historias pasionales, contra un equipo al que anhela retornar algún día.

Para devolver el disparo que recibió en el corazón, Antic necesitaba un arma. La mejor se la proporcionaba el Atlético de Madrid, un club zarandeado por innumerables cataclismos, con una propensión caótica, pero perfecto para los intereses de Antic, situado en una magnífica posición estratégica: director del viejo vecino y enemigo madridista, de un equipo que le permite la tentación mesiánica de reflotarlo y lanzarlo a la conquista del campeonato. Hombre habilidoso para gestionar crisis, capaz como entrenador, Antic tenía además el valor añadido de la venganza.

El revanchismo es un factor decisivo de cohesión en fútbol. Estimula el apetito ganador, inhibe las diferencias entre los jugadores y genera una especie de fundamentalismo casi religioso, sectario. El Atlético de Madrid abonaba este terreno por partida doble: el equipo necesitaba reivindicarse después de tantos años de fracasos y el entrenador -un magnífico gestor de conjuntos en crisis- podía maquinar su venganza frente al club que le humilló.

Resulta evidente que la cosa funciona. Desde la obsesión revanchista, por no decir desde el rencor (sus mensajes al Real Madrid son cada vez más punzantes), Antic ha armado un equipo que juega con una determinación febril, con la fe de los iluminados, un conjunto que busca el título de Liga por la vía de la venganza.

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