Entrevista:EL ASESINATO DE ANABEL

"Aún sigo con la esperanza de que no sea ella"

Tomás Navarro, un ejecutivo de publicidad de 24 años, confesaba ayer: "Sigo teniendo la esperanza de que el cuerpo que han encontrado esta mañana [por la de ayer] no sea el de Anabel", su novia. Tomás, un hombre demasiado joven para haber pasado por dos años y medio de temores, imágenes recurrentes y, sufrimientos, reconoce que lo de Anabel le ha sobrepasado, que ella está ahí, dentro de su cabeza, y que estará toda la vida. Así lo desea.Casualidades tremendas de la vida. Tomás soñó durante la noche del miércoles que Anabel Segura era libre por fin, que volvía, que estaba aquí. Un sueño pareci...

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Tomás Navarro, un ejecutivo de publicidad de 24 años, confesaba ayer: "Sigo teniendo la esperanza de que el cuerpo que han encontrado esta mañana [por la de ayer] no sea el de Anabel", su novia. Tomás, un hombre demasiado joven para haber pasado por dos años y medio de temores, imágenes recurrentes y, sufrimientos, reconoce que lo de Anabel le ha sobrepasado, que ella está ahí, dentro de su cabeza, y que estará toda la vida. Así lo desea.Casualidades tremendas de la vida. Tomás soñó durante la noche del miércoles que Anabel Segura era libre por fin, que volvía, que estaba aquí. Un sueño parecidísimo a otros muchos de los últimos dos años y medio. La noche siguiente, la de anteayer, la pasó insomne, pendiente de la radio. Prefería pensar que el cuerpo que buscaban en Toledo no era el de su novia rubia, la chica que el 12 de abril de 1993 no acudió a su cita, después de año y medio de salir con ella.

Por eso las ojeras de ayer en el rostro de Tomás, tras la mesa de piedra de la sala de reuniones de la agencia de publicidad madrileña donde trabaja. Tomás vestía traje azul marino sobre su silueta delgada, corbata del mismo color y una camisa azul clara.

Resulta, al verle así, difícil imaginarle como un muchacho más que toma cañas con sus amigos en los sitios de moda, que bucea o esquía. Es hijo de un empresario de publicidad, pero quiere trabajarse fuera de la casa su futuro profesional. Lleva nueve meses en esta agencia. Hace poco que se ha dejado una barba que enmascara algo su juventud, su cabello castaño y fuerte y sus ojos despiertos -"por respeto a los clientes me la he dejado", dice, con un rictus algo triste-. Y triste está. Por eso ayer los compañeros de la agencia se lo llevaron a comer por ahí y no le dejaron acercarse a su casa -vive con sus abuelos-, que es adonde suele acudir. "Se han portado muy bien, entre ellos hay dos compañeros de clase de Anabel", dice Tomás, quien también compartió aula y libros con su novia.

Cuando ella desapareció, les faltaba un trimestre para ser licenciados de Icade (una institución de los jesuitas que combina Derecho y Empresariales). Recuerda que Anabel era dos días mayor que él (ella nació un 4 de marzo), e incluso aquel 28 de febrero de 1992 en que empezaron a salir.

Insiste en que él no es protagonista de nada, en que su testimonio es el último de todos y que siempre se ha negado a pronunciarse sobre sí mismo. La periodista le habla de que él ha sido uno de los afectados por la desaparición de la joven y le explica que quiere conocer sus sentimientos. Él, con una inteligencia que mostró sobradamente durante toda la entrevista, contestó: "No es descriptible. La educación que hemos recibido no nos prepara para esto. Ni para lo primero, que es el secuestro de alguien querido, ni para el resultado final, que ha sido la noticia de la muerte. Estás preparado para que la gente muera porque es mayor, o, si es joven, por un accidente. En estos dos años y medio todo me ha superado".

Pregunta. ¿Qué recuerda del día en que desapareció Anabel?

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Respuesta. Era la vuelta de Semana Santa. Habíamos quedado, no sé..., para tomar un café y no apareció, así que fui a buscarla y me encontré con la sirvienta, que estaba muy muy nerviosa. Encontramos el casete portátil, la camiseta... Yo no me lo podía creer. Te quieres convencer de que lo que hallamos se le habría caído...

(Tomás es reacio a seguir; fue él quien tuvo que avisar a los padres de Anabel, que estaban en Marbella).

P. Y anteayer, ¿quién le dio la noticia?

R. Estaba a punto de salir con unos amigos y me llamó mi padre para darme buenas nuevas: que habían atrapado a esos... no puedo decir cómo son, no son personas. Luego me dio otra, la mala. No me lo he querido creer, hasta esta mañana. Se han dicho tantas cosas durante estos dos años y medio, y tantas han sido falsas...

P. ¿Cómo ha pasado la noche?

R. No salí, he dormido muy poquitas horas porque he estado pendiente de la radio.

P. ¿Cómo se ve la vida después de estos dos años?

R. Es una lacra que nunca va a desaparecer. Anabel está ahí, siempre ha estado en mi cabeza y estará, y yo creo que debe ser así.

P. Y ella, ¿quién era para usted?

R. No hay una sola imagen, no sé, no me gustaba por sus ojos o su boca, era ella, su personalidad, una serie de circunstancias. La quería muchísimo.

P. ¿De qué color ve el futuro?

R. Sólo me planteo el futuro profesional [su cara se ensombrece y baja la mirada].

P.¿En qué ha cambiado usted?

R. Lo de Anabel ha hecho que para mí los problemas no tengan importancia, es decir, que algo tiene que ser muy gordo para que me afecte, porque, en comparación con lo que le ha ocurrido a ella...

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