Cartas al director

Peatón

Acabo de leer la carta de Pedro Ariza Pérez (EL PAIS, 8-9-1995) pidiendo más concienciación de los conductores y peatones (que somos todos) para hacer más llevadera la convivencia en una ciudad. Y me parece injusto, muy injusto, que tache de arrogantes a los peatones que hacen valer sus derechos cuando intentan cruzar la calle por un paso de cebra.Y es que los peatones, que somos todos, estamos continuamente sufriendo los avatares físicos y psicológicos que los conductores sufren diariamente. Hago un pequeño resumen de las tribulaciones del conductor:

1. El pie del conduct...

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Acabo de leer la carta de Pedro Ariza Pérez (EL PAIS, 8-9-1995) pidiendo más concienciación de los conductores y peatones (que somos todos) para hacer más llevadera la convivencia en una ciudad. Y me parece injusto, muy injusto, que tache de arrogantes a los peatones que hacen valer sus derechos cuando intentan cruzar la calle por un paso de cebra.Y es que los peatones, que somos todos, estamos continuamente sufriendo los avatares físicos y psicológicos que los conductores sufren diariamente. Hago un pequeño resumen de las tribulaciones del conductor:

1. El pie del conductor puede resbalar sobre el freno ante un paso de cebra (según el brillante diagnóstico del señor Ariza Pérez).

2. Daltonismo, que hace que se confunda el color rojo de los semáforos con el verde, e incluso con el ámbar cuando está intermitente.

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3. Ceguera parcial, que induce a no ver unas rayas pintadas de blanco (de unos 50 centímetros de ancho) en el suelo. Tal vez es la intensidad de este trastorno transitorio por lo que se llega a dejar el coche varias horas encima de ellas.

4. Insensibilidad, que hace que uno no se dé cuenta de que se ha subido a la acera. La insensibilidad en este caso suele ser de menor duración.

5. Analfabetismo, al confundir el término "Sólo bus" con el de "Sólo automóvil". Creo que hace años, para aprobar el carné de conducir, hacía falta saber leer y escribir. Deben de haber cambiado las normas.

6. Trastornos en la percepción del tiempo, lo que comporta que un conductor, independientemente de la raza, sexo, religión y condición social, tenga más prisa por llegar a cualquier sitio que un humano que vaya andando.

Hay muchas más enfermedades del conductor que las que he descrito. Y todas éstas las padece el peatón, con lo que es comprensible que empiecen a aparecer psicopatías entre los bípedos de acera.

Es una pena que me acusen de insolidario (en una ciudad me considero peatón) cuando yo sólo me considero una víctima, ya que mi querido señor alcalde y el brillente señor concejal de Tráfico no se atreven a poner en práctica una, terapia que ataje de raíz estos desmanes (ya saben: una persona, un voto, y si es conductor, más).

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