Tribuna:

Mujeres

Siendo como somos los hombres lo de Pekín parece una cosa de mujeres. No está mal que se entretengan unos días, vocingleen y se afanen en defender lo suyo. Una semana entre amigas y el sábado vuelta a casa; unas jornadas de fogueo y enseguida el regreso a las emociones que les son propias. La conferencia en China se ha cubierto en grande, pero, al cabo, como un Woodstock amenizado por baladas de feminismo heavy.Nada, sin embargo, más lejos de lo que se cuece en la realidad. Las mujeres en el siglo XX han trastornado la sustancia de casi todas las cosas, y las mujeres occidentales inclus...

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Siendo como somos los hombres lo de Pekín parece una cosa de mujeres. No está mal que se entretengan unos días, vocingleen y se afanen en defender lo suyo. Una semana entre amigas y el sábado vuelta a casa; unas jornadas de fogueo y enseguida el regreso a las emociones que les son propias. La conferencia en China se ha cubierto en grande, pero, al cabo, como un Woodstock amenizado por baladas de feminismo heavy.Nada, sin embargo, más lejos de lo que se cuece en la realidad. Las mujeres en el siglo XX han trastornado la sustancia de casi todas las cosas, y las mujeres occidentales incluso han tratado de asaltar otros planetas. A su lado la bomba atómica es un mixto. Con sus vindicaciones y sus conquistas han creado ya un panorama que dista mucho de ser un asunto de tocador, una ventolera de las chicas o cosas propias de su sexo. Los efectos de sus embates proyectados en el terreno laboral y personal han revuelto no sólo las concepciones patriarcales, de las que pocos gastan tiempo en hablar, sino categorías de la existencia. El feminismo es un nuevo humanismo. Subvertidor de la idea del hombre y de la mujer, del amor, de la dignidad, la alimentación, la tecnología, la democracia, el sexo, el arte, la familia. Las mujeres, a la chita callando, enfureciéndose en Pekín o en un banco con el novio, han desbaratado la vida del siglo. Y, desde luego, no sin daños. La emergencia de una nueva mujer se ha correspondido con toneladas de sufrimientos domésticos, parejas rotas, niños con un solo padre, esposas apaleada, conflictos psicológicos en masa. La batalla, aún sin fin, es una batalla con abundantes muertos y heridos. No todo es hermoso en esa mitad del cielo. Su movimiento, como todos los revolucionarios, celebra sus triunfos sobre quintales de escombros. El porvenir será femenino, su bandera la bordará un hombre, y muchos más, mujeres y hombres, tendrán que remendar sus jirones.

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