Tribuna:

Después de Induráin ¿qué?

Que parezca un campeón de diseño no quiere decir que lo sea, pero este Batman sobre bicicleta semeja escapado de una pantalla de ordenador más que de un laboratorio biogenético de campeones. El día que no gane ¿qué va a pasar? Y sobre todo ¿qué nos va a pasar? "Siempre se espera un verano mejor y propicio para hacer lo que nunca se hizo", escribió aquel notable poeta improbable que se llamó Memelao el Aeropagita, con perdón, pero desde hace cinco años el equilibrio ecológico de la relación entre cuerpo y alma de los españoles depende del Tour. En la travesía del desierto entre dos Ligas de Fút...

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Que parezca un campeón de diseño no quiere decir que lo sea, pero este Batman sobre bicicleta semeja escapado de una pantalla de ordenador más que de un laboratorio biogenético de campeones. El día que no gane ¿qué va a pasar? Y sobre todo ¿qué nos va a pasar? "Siempre se espera un verano mejor y propicio para hacer lo que nunca se hizo", escribió aquel notable poeta improbable que se llamó Memelao el Aeropagita, con perdón, pero desde hace cinco años el equilibrio ecológico de la relación entre cuerpo y alma de los españoles depende del Tour. En la travesía del desierto entre dos Ligas de Fútbol y sin la esperanza de descanso psicológico que podría esperarse del relativo silencio de Jesús Gil, el Tour ha emergido como una etapa única siempre encabezada por Induráin que ha asumido todo lo que ha perdido la esperanza colectiva. El ha sido la locomotora hacia la modernidad, la convergencia europea, el motor del cambio dentro del cambio y lo demás son puñetas o gerundio. Lo mismo.Me temo lo peor por parte de los dioses de nuestras paranoías. Los dos ciclistas que formaban parte del universo onírico del "después de Induráin" están fuera de juego. A uno se lo llevó un camión por delante y el otro recupera su columna vertebral después de un accidente que le dejó en las puertas de la invalidez. Dos síntomas a añadir a la impresión de que los dioses empezaron a abandonarnos en 1992 y están en pleno zapateado sobre nuestras angustias en este verano de 1995 en el que todos nos dividimos en arrepentidos y perplejos. Pero después de las ruedas de prensa y los mentirosos desmentidos de mentiras, ahí está, ahí está la Puerta de Alcalá e Induráin como un Batman afilado y amarillo que vigila nuestras derrotas, las compensa, las convierte en victorias y desde una capacidad de símbolo de todo, absolutamente todo el Estado de las Autonomías. Si algún día resultara que Induráin no se siente representante de España sino de Navarra o de Villaba, yo creo que los españoles vivirían la más larga noche de sus dudas sobre su propia esencialidad. España es Induráin y lo que dice de nosotros el Financial Times.

A pocas horas de que el Tour se ultime y concentrados todos para la carrera contrareloj en la que está en juego lo poco que le queda de esplendor en la hierba a este país y este verano, el diseño amarillo de Induráin con su unicornio, sea gorra o sea casco aerodinámico, atravesará la pantalla de nuestro cerebro colectivo como una ráfaga de luminosidad a cincuenta y cinco kilómetros por hora, que no es mala velocidad para ejercerla en el interior de vísceras tan afectadas por una mala leche que nos acompaña desde que el primer anfibio se estableció a la orilla de un río español prehistórico, desde luego. Aquel anfibio imbécil desconocía que nuestra única posibilidad futura de acceder al paraíso dependía de que a alguien, mucho más tarde, se le ocurriera inventar la bicicleta.

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