'Benga' Miguel

El calentamiento matutino de Induráin despierta la locura

"Dios, envíanos un nuevo Merckx". Miguel Induráin no puede entender la pancarta que flanquea la ruta de la contrarreloj. Está escrita en flamenco. Si la hubiera comprendido quizás hubiera sonreído ante la ironía. El sucesor de Merckx en la tierra estaba rodando en esos momentos por tierras belgas, pero no era valón, era español.Tampoco se dio cuenta Induráin de otro gesto durante su calentamiento matinal. Andaba él tranquilo, procesando curvas, subidas y vientos, cuando uno de los miles de espectadores que ya, a las 10 de la mañana llenaban las cunetas de las carreteras comarcales que enlazan ...

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"Dios, envíanos un nuevo Merckx". Miguel Induráin no puede entender la pancarta que flanquea la ruta de la contrarreloj. Está escrita en flamenco. Si la hubiera comprendido quizás hubiera sonreído ante la ironía. El sucesor de Merckx en la tierra estaba rodando en esos momentos por tierras belgas, pero no era valón, era español.Tampoco se dio cuenta Induráin de otro gesto durante su calentamiento matinal. Andaba él tranquilo, procesando curvas, subidas y vientos, cuando uno de los miles de espectadores que ya, a las 10 de la mañana llenaban las cunetas de las carreteras comarcales que enlazan Huy con Seraing, se lanzó al fruto prohibido. Se acercó por detrás y le tocó el culo a Induráin. El navarro dijo después que ni se había enterado, pero el tocón, vaya que sí. Se dio la vuelta como en éxtasis y se puso a dar saltos de bufón loco. El madrugón le había premiado. Había tocado a su dios. Y en qué parte.

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No es que Induráin fuera llamando la atención y proclamando su presencia. No le hacía falta. Él iba tranquilo, exhibiendo la espada todo lo más y charlando con su compañero de entrenamiento, el discreto Vicente Aparicio. Pero a su alrededor y detrás, la enormidad. En un momento, no menos de 10 vehículos formaban una caravana de seguimiento del campeón español. En posición privilegiada, un coche del Banesto, Eusebio Unzue, tomando notas, y el mecánico Carlos Vidales, por si había un pinchazo. A la izquierda de Induráin, agobiando y atosigando con cámara y micrófono, casi como Berzin durante las etapas en línea, una moto de la televisión que no paró de grabar primerísimos planos de todas las zonas, erógenas o no, del campeón y su espada. El resto, coches de prensa en medio de una cacofonía de bocinazos. Todos querían ir los primeros, ver de cerca al monstruo.

E Induráin, chaqueta de manga larga a pesar del calor que ya empezaba a pegar con ganas, a lo suyo. De vez en cuando, un gesto imperioso con la mano izquierda para que Unzue se colocara a su altura y cambiar impresiones. Seguro y distante como una estrella de cine en medio de unos aficionados que levantaban el inequívoco murmullo de "es él, es él". Viejos nostálgicos, jóvenes fanáticos, emigrantes españoles. Todo un mar de brazos apuntando para que el vecino constatara que no era un sueño. Todo un coro de rendida admiración. En Bélgica se rinde pleitesía al campeón ciclista, venga de donde venga. Y Miguel.

"Benga Miguel" decía una bienintencionada pancarta a su derecha. Con B de Bélgica que decía Unzue. "Induráin, TGV", decía otra, aunque en ese momento el navarro fuera a velocidad de mercancías. Induráin, a lo suyo. Terminó y se subió al coche en una gasolinera. Allí hizo la broma de llenar el depósito de la bicicleta. Más de uno puede pensar que Induráin es motor y gasolina.

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