TOUR 95

Un asunto de especialistas

El prólogo del Tour es una feria de 7,3 kilómetros. Un desfile de cuatro o cinco especialistas volando por las calles, una exhibición de material rutilante y una tortura para los mecánicos, que tienen que poner a punto máquinas especiales. No tiene más valor. Todo lo más, la posibilidad de un análisis, reducido a centésimas de segundo y metros de velocidad, sobre el verdadero estado de forma de los que protagonizan las conjeturas.Una victoria en el prólogo significaría para unos cuantos corredores la única recompensa a varios meses de trabajo; para algunas firmas, un buen chorro de publicidad;...

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El prólogo del Tour es una feria de 7,3 kilómetros. Un desfile de cuatro o cinco especialistas volando por las calles, una exhibición de material rutilante y una tortura para los mecánicos, que tienen que poner a punto máquinas especiales. No tiene más valor. Todo lo más, la posibilidad de un análisis, reducido a centésimas de segundo y metros de velocidad, sobre el verdadero estado de forma de los que protagonizan las conjeturas.Una victoria en el prólogo significaría para unos cuantos corredores la única recompensa a varios meses de trabajo; para algunas firmas, un buen chorro de publicidad; para algún técnico o ingeniero, un ascenso en su empresa; y para el ciclismo, una imagen futurista que capta a los aficionados jóvenes: el ciclista ya no es un hombre arrugado y encorvado metido en un mono de trabajo; es un héroe de ciencia ficción. No solo la Espada -otro invento para cambiar la imagen que Induráin no sabía aún si la usaría hoy- crea expectación. Todo un caudal que se juegan en apenas ocho minutos, hoy, por las calles de Saint Brieuc.

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Christoplier Boardman es un especialista y una mina. Es inglés y ha abierto dos mercados. El continental para la firma Lotus, la fabricante de su bicicleta futurista, y el insular para la popularidad del ciclismo. Desde los tiempos de Simpson no se hablaba de bicis en las islas británicas. Boardman ha hecho todo eso sin necesidad de ganar el Tour, ni levantando los impulsos épicos de sus compatriotas, ni como premio a su medalla de oro en los Juegos de Barcelona, ni siquiera por su efímero récord de la hora. Todo ha sido más sencillo: ganó el prólogo del pasado Tour en Lille y marcó la media más alta de la historia: 55,152 kilómetros por hora.

Es lo que parecen pedir los tiempos modernos: eficacia. Boardman, de 26 años, saldrá hoy con su bicicleta Lotus, la del cuadro negro en forma de ele tumbada, equipada con un artilugio que, dicen, le dará las décimas necesarias para ganar: un cambio maviceléctrico-electrónico, con una pila escondida en el manillar, que hará saltar a la cadena entre los piñones con impulsos y un suave roce. El premio para Lotus: este año, todos los corredores del Gan, el equipo de Boardman, utilizarán su bicicleta en las contrarreloj, incluida la colectiva.

Thierry Marie, de 32 años, es el especialista veterano. El hombre del fulgor de antaño que parece volver a contar en los pronósticos. El corredor francés fue un pionero. Fue él el primero en entrever la rentabilidad publicitaria de los prólogos y el primero en introducir novedades en su máquina, como el sillín con dosel lumbar que causó furor y controversia mediados los años ochenta.

Alex Zülle no es un especialista, que es un corredor más completo, pero las necesidades publicitarias y las peculiaridades del recorrido, con una larga cuesta final, le han metido entre los pronosticados, casi al mismo nivel que su compañero en el ONCE Laurent Jalabert. El suizo quedó segundo en el prólogo de 1992, pero fue líder por un día gracias a las bonificaciones: sabe lo que significa el maillot amarillo. El francés va a por el jersey verde, pero a su patriotismo no le importaría entrar en la carrera del prólogo.

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