Entrevista:

"Pido responsabilidad a los arqueólogos de la plaza de Oriente"

Antes que cocinero, Luis de Lezama fue fraile. Sabe lo que se cuece en la cocina y dentro de la sacristía. Con 20 años de restaurador, confiesa que no ha sido capaz de aprender a cocinar. El cura Lezama (Álava, 1936) llegó a Madrid en 1962. Chinchón, Entrevías y Pozo del Tío Raimundo fueron sus primeros destinos. El arzobispado cercano a la plaza de Oriente, su último despacho con nómina de la Iglesia. Un buen día se plantó ante Vicente Enrique y Tarancón para decirle: "Señor cardenal, voy a poner una taberna". Sigue cantando misas y contando mesas en Madrid, Sevilla y hasta en Washington, ate...

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Antes que cocinero, Luis de Lezama fue fraile. Sabe lo que se cuece en la cocina y dentro de la sacristía. Con 20 años de restaurador, confiesa que no ha sido capaz de aprender a cocinar. El cura Lezama (Álava, 1936) llegó a Madrid en 1962. Chinchón, Entrevías y Pozo del Tío Raimundo fueron sus primeros destinos. El arzobispado cercano a la plaza de Oriente, su último despacho con nómina de la Iglesia. Un buen día se plantó ante Vicente Enrique y Tarancón para decirle: "Señor cardenal, voy a poner una taberna". Sigue cantando misas y contando mesas en Madrid, Sevilla y hasta en Washington, atendidas por ovejas que fueron descarriadas.Pregunta. ¿Cuándo descubrió que Dios anda entre los pucheros?

Respuesta. Al poco de llegar a Madrid noté que el entorno colegial de niño bueno de Acción Católica se me quedaba pequeño. Esos muchachos que buscaban las sobras del mercado de Legazpi, tomando achicoria alrededor de una hoguera, me enseñaron que vale más enseñar a pescar que regalar peces.

P. Pero usted nunca ha sido un cura rojo.

R. No. Desde hace 33 años he militado en el mismo partido, el de la fe. Cuanto mayor ha sido el compromiso social, menos importancia le he dado al político.

P. ¿Le han acusado de violar el voto de pobreza?

R. Al principio, mi actitud fue algo chocante, pero el tiempo y mi labor han ido enterrando las críticas.

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P. Más de trescientos jóvenes de ambientes marginales trabajan para usted. ¿Sigue teniendo muchas solicitudes?

R. Se me acumulan más de cien ahora mismo en la mesa del despacho. Situaciones angustiosas a las que hay que añadir el problema de los emigrantes.

P. ¿Nunca le han fallado?

R. El penúltimo nos robó hasta las sábanas de la residencia. Pero ¿qué vas a hacer? ¿Dejar de aceptar a muchachos que vienen del mismo mundo? No, el balance es absolutamente positivo.

P. ¿Ha cambiado mucho la marginalidad?

R. ¡Ya lo creo! Cuando yo vivía en Vallecas, los chavales robaban para vivir, para comprarle una lavadora a la vieja. Ahora se roba para el vicio.

P. ¿Cuánto tiempo hace que no se pone una sotana?

R. Sotana con alzacuellos, muchísimo. Pero recientemente misé en Chinchón de ceremonia.

P. ¿Molesto con las obras de la plaza de Oriente, frente a su café?

R. También la taberna ha sufrido las obras del Teatro Real. Acepto que muchas reformas son necesarias, pero pido más responsabilidad a los arqueólogos. Mientras piensan que van a sacar la tumba de Tutankamon, este verano nos quedamos sin terraza y eso supone muchos puestos de trabajo.

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